No me preguntéis. Esta combinación paradójica de sustantivo de nueva era y adjetivo esdrújulo me inspira. Su significado me lo habían explicado dos sufridores del término, sector bancario para más señas, pero mi mente anumérica no es capaz de retener con demasiada precisión tales nociones macroeconómicas (¿o eran micro?). Como me pasa con toda la terminología eufónica que no acabo de entender bien, especialmente del campo del derecho o la economía, tiendo a asociarla con otros conceptos o realidades a los que a mi parecer deberían aplicarse ecuaciones similares. Así, he encontrado una serie de activos tóxicos más tangibles que los que traen de cabeza a los bancos y que cualquiera puede identificar sin estar versado en inversiones. La lista es ampliable, quedáis emplazados a ello:
- Los constructores de enfrente de mi ventana. A sabiendas de que ya no van a vender un solo estudio de 1 habitación, 1 saloncito, 1 baño, media piscina, media terraza y vistas al tráfico de las ocho de la mañana de entrada a Madrid, se mantienen activos. Y a mí me resultan tóxicos, acústica y físicamente.
- Los telediarios, en especial los de cadenas privadas a partir del minuto diez, son alevosamente tóxicos, cualidad esta que sus redactores conocen sin vergüenza y además desarrollan de forma activa.
- Los productos de Matutano. Su toxicidad no está probada al cien por cien, pero alguna no se les escapa a ellos mismos que tienen. Sin sorna aparente, es bonito leer en sus paquetes cómo mantenerse con salud a pesar del ácido glutámico: sean activos, hombre.
- Los corredores de cualquier circuito de footing en Madrid capital. Es como mínimo arriesgado si no majadero del todo intentar mantenerse activo físicamente mientras uno se intoxica así va respirando de manera acompasada y atlética entre el tráfico.
Dejo para un siguiente post el no menos sugerente y atractivo término selectivo español.