miércoles, 2 de septiembre de 2009

Los escrúpulos

Inicio septiembre como lo inician muchos, con la desidia que supone la vuelta al trabajo y a la rutina, sin ninguna razón para ello pues ni ha cambiado sustancialmente mi rutina de agosto ni tampoco he vuelto al trabajo, entendiendo como tal solo el remunerado. Sin embargo soy adaptable y empática desde siempre, así que me sumo al sentir colectivo, a esa astenia/depre postvacacional que sufriréis la mayoría estándar, y nada mejor para celebrarlo que una amarga declaración de principios estilo rebajas de vuelta al cole, rebajas morales en este caso.

Quiero dejar constancia de una reflexión que se apodera de mí cada vez con más entusiasmo, sea la edad, sea el desencanto vital, sea mi adicción al pan integral wasa: los escrúpulos de conciencia son un signo de ingenuidad y necedad prescindibles. A nadie que sea completamente honrado y tenaz en mantener su ética laboral, profesional y social lo más pulcra posible le puede ir bien en este mundo. Ser íntegro y respetar todas las normas que velan por impedir el tráfico de favores, influencias y astucias es poco menos que necio, memo, sandio (gracias Word por los sinónimos). Quienes hicieron las normas y articulados legislando la prevaricación, entre otros, sabían perfectamente que las sacaban a la luz para que solo un sector de la sociedad, el débil, se las aplicara de antemano, sabiéndose así libres de aplicarlas para sí mismos. En cada escalón del poder de cada parcela profesional o meramente ocupativa de este país hay un repartidor de favores que conoce la verdad esencial: el ser humano necesita beneficiar a los suyos. Es casi una ley antropológica, de supervivencia.

Todos lo hacemos, desde niños. Desde cuando repartimos invitaciones de cumpleaños solo a nuestros amigos o bien al líder/lideresa de la clase hasta cuando regulamos el uso de la pelota, del saltador o de la nintendo, con más tiempo para quien mejor nos cae. Cuando nos enteramos de promociones, de posibles chollos, etcéteras económicos más o menos legales y corremos a avisar a la familia. No hay que engañarse: no son unas informaciones o favores más inocentes que otras, simplemente pertenecen a otra escala en la edad. Así, a partir de los treinta-cuarenta, quien más, quien menos tiene acceso a algún tipo de ventaja informativa o directamente adjudicadora de oportunidades varias, sea en el terreno laboral, artístico-concursal o vecinal. Ocurre que en esa década aproximada de la vida se puede haber accedido a un escalafón más influyente, donde el silencio y la complicidad operan como factores de perpetuación y control muy efectivos. Nadie que haya sido beneficiado se le ocurrirá confesarlo, pero sin duda guardará el favor y no tendrá escrúpulos en seguir beneficiando. Opera una suerte de selección subjetiva regida por las normas positivas en sentido justamente contrario: sáltese las directrices básicas en este caso, que ya habrá quien de todas maneras las siga y perpetúe. No nos debería extrañar ni escandalizar en absoluto: siempre que cínicamente seamos capaces de plantar cara de disimulo mientras apoyamos manifiestos anticorrupción varios.

Yo, por mi parte, estoy dispuesta a aprovechar cualquier circunstancia favorable que se me presente, con toda osadía y sinceridad queda aquí proclamado. ¿Por qué? Mira: porque yo lo valgo.


miércoles, 8 de julio de 2009

Servicio urgente (idea sin registrar)

-¡Bienvenido! Ha contactado usted con el servicio de ayuda urgente al montaje ofrecido por Ikea. Si su problema es porque no entiende las instrucciones, pulse 1. Si el problema es por falta de piezas, pulse 2. Si tiene un problema con el encaje de las piezas, pulse 3. En otro caso, pulse 4 y será atendido por un operador.
-Mmmm... 3.
-Si su mueble es de conglomerado revestido en apariencia de madera, pulse 1. Si su mueble es de material metálico pulse 2. Si todos los componentes son plásticos o textiles, pulse 3.
-Leches... 1.
-A continuación, diga el número de piezas que componen su mueble de Ikea.
-Sus cojones.
-Disculpe pero no le he entendido. Diga de nuevo el número de piezas que compone su mueble. Si lo ignora, pulse asterisco.
-Me voy a poner a calcular yo con tu put... *
-Si el número de piezas está entre 1 y 5, pulse 1. Si está entre 5 y 15, pulse 2. Si el mueble tiene más de 15 piezas pulse asterisco.
- *
-Si usted lleva montando el mueble más de dos horas, le recomendamos una pausa antes de reanudar el montaje. Está comprobado que el cansancio hace que el montaje sea más dificil. Pulse asterisco para continuar o vuelva al menú principal pulsando almohadilla.
-Mierda. Quiero un operador.
- (...)
-O-pe-ra-dor.
-Disculpe pero la opción es incorrecta. Pulse asterisco para continuar o almohadilla para menú principal.
- #
-¡Bienvenido! Ha contactado usted con el servicio de ayuda urgente al montaje ofrecida por Ikea. Si su problema es porque no entiende...
- 4.
- (...) (...) Ikea family. ¿Por qué no se toma un café de máquina mientras decide cómo redecorar su vida? ¡Ikea family! Ikea le invita a unas albondiguillas de ciervo si usted tiene hambre. ¡Ikea family! Opciones para todos los tipos de la familia. ¡Ikea fam... Servicio de ayuda urgente al montaje, dígame, en qué puedo ayudarle.
-Vuestra centralita es patética.
-Disculpe, ha contactado con un operador, para quejas sobre el servicio automático puede pulsar asterisco y será redirigido.
-¡NO! Ayúdame tú si no te importa, chaval.
-Dígame cuál es su problema.
-No encuentro los agujeros que dicen que tiene que haber en el fondo del cajón que estoy montando.
-¿De qué mueble se trata?
-Eh... es un aparador, blanco, eh... se llama algo como REMStulijan o parecido.
-¿Blanco altobrillo?
-¿Ein?
-Blanco altobrillo, es el color del aparador RIEMSTJÄVL
-Ehfff... no sé, de verdad. Es uno con seis cajones.
-¿Tiene el número de referencia? Se encuentra en el embalaje.
-Es que he tirado el embalaje.
-No debe usted deshacerse del embalaje nunca prematuramente.
-Escucha: llevo cinco días con este mueble, hace tres que he perdido de vista el embalaje de los ovos.
-Me temo que sin número de referencia no sabré cómo ayudarle.
-A ver, chaval. Pongamos que es ese que has dicho, que me suena el nombre y es blanco y sí, brilla.
-Aparador RIEMSTJÄVL blanco alto brillo, ¿sabe usted las dimensiones?
-Mira, eso sí, que he tenido que desclavar el rodapié por un par de centímetros de mierda con los que no contaba, mide 142x40x61
-Esas medidas no me coinciden con ningún modelo del aparador RIEMSTJÄVL.
-Lo que yo te diga, chaval. Es lo que mide.
-Tengo el modelo dos puertas que mide 140x40x60.
-Ese va a ser.
-¿Puede repetirme cuál es su problema?
-A ver. Tengo que atornillar el fondo de un cajón a los paneles laterales y no tiene agujeros que coincidan.
-Veamos. Fondo de cajones. ¿Está usted usando los tornillos modelo 100347?
-Estoy usando los más parecidos al dibujo. Porque SUS tornillos NO traen grabada la referencia.
-Tiene usted que asegurarse de que sean el modelo que le indico, son los que atornillan el fondo a los laterales. ¿Ha metido usted los tacos?
-He metido.
-¿Está usted seguro de que la pieza de referencia corresponde al fondo del cajón? Tiene que asegurarse de que sea la correcta.
-Me he asegurado.
-¿Está usted montando la pieza por el lado correcto? Tiene que asegurarse...
-Mierd... Sí, me he asegurado.
-¿Es el primer cajón que monta usted?
-¿Cómo que si es el primer cajón que monto? ¿Hay que hacer un máster previo o qué?
-No, me refiero a que si es el primero de todo el mueble, disculpe usted.
-Ah. Pues no. Acabo de empezar con los cajones.
-¿Ha montado usted el resto del mueble?
-Pues no te lo estoy diciendo, que por eso sé cuánto mide exactamente. Me quedan los put... los cajonesqueparaesollamo.
-De modo que el resto del mueble ha sido ya montado.
-Mira chaval: quedan seis conjuntos de cuatro piezas más seis tiradores. Son los putos cajones. Cojo uno y no tiene agujeros en el fondo y quiero saber si es una broma.
-Disculpe usted. Tiene usted que asegurarse de que sean las piezas correctas. ¿Ha comprobado que sean iguales a las de los otros cajones?
-Son talmente igualitas, todas sin agujeros.
-Disculpe de nuevo. (...) ¿Ha montado ya las baldas interiores anexas a las puertas laterales?
-¿Estás leyendo una lista de preguntas tipo? Porque este mueble no tiene baldas interiores anexas de los cojones.
-Disculp...
-¡¡Que te disculpo!!
-Discul... Perdone, el aparador RIEMSTJÄVL blanco alto brillo tiene *seis* baldas interiores que sujetan las piezas de la vitrina.
-Ah, jobar, los estantes. Los estantes están montaditos como dios manda. En el orden que Ikea manda. Sujetando la vitrina como dios manda.
-Discul... Perdone. ¿Puede comprobar que las baldas anexas... puede comprobar que las baldas sean lisas?
-¿Lisas? ¿Hay baldas rugosas? Jobar con Ikea.
-Disc... Me refiero, señor, a que... carezcan de agujeros.
- (...) (...) Mierda, MIERDA. ¡MIERDA!
-¿Disculpe? ¿Ha terminado su consulta, señor?

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Por montar muebles de Ikea deberían dar puntos de carnet o bien puntos en las oposiciones, he dicho.


sábado, 27 de junio de 2009

Oficios de escritor

Bueno. Pues publicado está... Este es el título del relato que fue seleccionado entre unos cuantos muchos otros para el libro "Asentamientos", de talleres literarios Fuentetaja. Así que con ese resto de orgullo que me dura de la presentación de ayer en el Istituto Europeo di Design, os lo brindo.
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Envejecí toda una década aquel verano. Me di cuenta de repente, el primer día que me incorporé a mi jornada laboral aún con horario intensivo.

No tome Astenidol compuesto comprimidos recubiertos si usted sufre, o ha sufrido sin remedio alguno de los siguientes trastornos: úlcera de estómago, colitis ulcerosa, edemas, hipertensión arterial, enfermedad cardíaca, agotamiento físico profundo, insoslayable.

Cuando regresé a casa, me costó más de lo habitual subir las escaleras del metro, lo que en principio achaqué al madrugón. Llegando a mi portal habían cortado el paso unos trabajadores subterráneos que instalaban cualquier servicio por hilos prescindible y sentí una punzada de irritación al tener que cambiar de acera. Tampoco le di demasiada importancia, sin duda influía el hecho de que no había comido y era bastante tarde.

Conducción y uso de máquinas: si experimenta mareo, desvanecimiento, vértigo, alteraciones de la visión u otros síntomas colinérgicos mientras toma este medicamento, prescinda de conducir o utilizar maquinaria peligrosa (antes de que sea demasiado tarde).

Mi buzón lo encontré lleno de propaganda económica y decidí tirarla sin más a la papelera cercana, sin darle oportunidad, como hacía otras veces, de estudiar por lo menos el lenguaje apabullante que usan estos redactores perfectamente entrenados en técnicas de captación de clientes. Siempre encuentro fascinante la manipulación de los contenidos, el enredo del lector y la expresión vacía dedicada tan solo al adorno expresivo.

Interacciones con otros medicamentos: puede producir efectos indeseados cuando se combina con determinados antiinflamatorios no esteroideos (AINE), refamina, ticlopidina u otros antiagregantes, pentoxinilina, flucomiazol, probenemid, diuréticos, litol u otros o antidepresivos similares.

Entraba, como digo, más cansado o tal vez más abatido de lo normal al office de mi modesta casa. He sido siempre una persona pulcra y adquirí una vivienda con office, que me permite dejar los zapatos en la entrada según llego.

Cómo tomar astenidol compuesto comprimidos recubiertos: su médico le indicará la duración del tratamiento. No suspenda el mismo a menos que se le indique ordene. Tampoco emplee astenidol compuesto comprimidos recubiertos durante más tiempo del indicado soportable preciso. Se trata de comprimidos para la administración por vía oral. Debe tragar el comprimido entero con ayuda de un poco de agua. Si tiene el estómago sensible, tome el medicamento con las comidas y cuídese por favor.

Comí casi cualquier cosa, restos más que nada que habitaban mi nevera, y me conformé con una cerveza del tiempo olvidada en la despensa, a la que añadí gaseosa para hacerla más apetecible. Tras escuchar el fin del telediario y la previsión del tiempo mientras malcomía, noté que me invadía una absoluta necesidad de dormir la siesta, eventualidad que no me suelo permitir, pues he leído en las últimas revistas divulgativas más profesionales que es nefasto para la creatividad. A pesar de todo, me tiré vestido en la cama, sin tan siquiera haberme ocupado de meter los platos en el lavavajillas ni dejar fuera del congelador la cena. Me dije a mí mismo que serían diez minutillos, sin sospechar que esa urgencia de mi cuerpo no era más que los primeros síntomas de la adaptación completa a mi nueva edad.

Posibles efectos adversos: como todos los medicamentos, astenidol compuesto comprimidos recubiertos puede tener efectos adversos indeseados. Las reacciones más comúnmente observadas incluyen: cansancio, temblor, nerviosismo, sudoración, mareo y somnolencia. Reacciones menos frecuentes pero no por ello de menos consideración incluyen: cefalea, sequedad de boca, debilidad muscular, ataxia, asfixia, apoxia, ecsgoxia.

Dormí cinco horas completas. Desperté empezando a anochecer. Antes de incorporarme del todo, repasé rutinariamente, como suelo, la lista de tareas del día. También visualicé mentalmente la ropa que me pondría, pues me produce un poderoso malhumor tener que decidirlo delante del armario abierto de par en par, ojeroso, con las neuronas perezosas y sin capacidad de decisión alguna. En este punto reparé en la oscuridad que me rodeaba. Con extrañeza volví a considerar todas aquellas tareas, tareas de primera hora de la mañana. Y, horror, con gran desasosiego advertí que el reloj marcaba una hora acentuadamente vespertina. Me levanté de golpe, pero el vértigo me azotó en la cara. De nuevo tumbado, consideré mis mejores opciones: había perdido toda una tarde. Había perdido toda una tarde de trabajo. Había perdido toda una tarde de mi vida. Y el caso es que comenzaba a experimentar una extraña indolencia.

En ese preciso momento sonó el teléfono. Era Caparrós.

- ¿Roberto? ¿Te encuentras bien?
- Sí, sí –me aclaré la garganta-. Dime.
- No me has llamado. Tienes el dossier en tu correo. Y por favor, revisa tu trabajo antes de enviármelo.
- Lo hago.
- Bueno, pues vuélvelo a hacer. Los de Rowel se han quejado otra vez. Atente a su terminología.

Mmsf. En Harding Pharma son más respetuosos con el trabajo ajeno. Tendría que mirar lo de Rowel. Incapaz de levantarme, intenté acordarme mentalmente de las palabras que les habrían molestado. Mi instinto me había hecho evitar porfiria intermitente, aunque sonaba estupendo, pero consideré que sarpullido ectoplástico le iba perfecto. Incitaría más a respetar las dosis y las horas. Creo que me había quedado muy educativo, estaba adecuadamente mencionada cada interacción y cada indicación. Los enfermos solo quieren saber que el medicamento les curará, cómo y en qué medida. Hay que hacerlo atractivo y confiable, cercano. Además tienen que aprender a respetarlo y si es posible, tienen que aprender a recomendarlo. En todo caso, los revisores de estilo de Rowel no entienden estas cosas, se dejan comas y puntos y en su lugar tachan adjetivos. Semejantes indoctos.

Haciendo un esfuerzo supremo, me dirigí al baño, sentía urgencia por orinar.

Uso en ancianos: las personas de edad avanzada no deben tomar Astenidol compuesto comprimidos recubiertos sin consultar a su médico de confianza, ya que son más propensos a padecer efectos adversos indeseables.

Me miré al espejo: tenía un aspecto desdibujado y extraño. No me recordaba tantas canas en la sien, ni tantas arrugas de esas que los prospectos de cosméticos suelen llamar líneas de expresión. Es verdad que soy austero y no suelo contemplar mi imagen reflejada, salvo para las lógicas tareas de afeitado. Esta vez me alarmé ligeramente, considerando que acabo de cumplir treinta y cuatro y ni siquiera fumo. Hice un esfuerzo de todas maneras e inicié los ejercicios de estiramiento que suelo practicar por las mañanas: en vano, pues las punzadas de dolor en varios de mis músculos me hicieron desistir.

Reflexioné, recapitulando. Tenía considerable trabajo atrasado, además de una revisión estratégica pendiente y un par de correos de la lista de antropología que responder. Mi mente sí parecía, al contrario que mi cuerpo, estar todo lo lúcida que correspondía. Con un poco de esfuerzo, conseguí higienizarme medianamente y también vestirme. Llegué a la cocina más bien sin aliento, pues la prisa del tiempo perdido me llevó a apresurarme a la cafetera. Al lado de la encimera lo vi. No me lo pensé, lo he hecho otras veces para inspirarme. Todo el mundo sabe que un solo comprimido de cualquier medicamento no es dosis suficiente para efecto de ningún tipo. Un comprimido recubierto de Astenidol compuesto con un café bien cargado, sentado en el sofá.

A los quince minutos me sentí estupendamente rejuvenecido. Tendré que añadir esta característica en el prospecto, junto a su rápido efecto. Tal vez amplíe la sección de Farmacocinética.


viernes, 19 de junio de 2009

Sosiego por ejemplo


Las dosis de coca-cola que últimamente me trajino no logran librarme de esta extraña indolencia que me invade desde aproximadamente el día de mi cumpleaños. No, huyo de simbolismos; no tiene que ver con el cumplir años. Prefiero pensar que una cierta paz se está asentando en mí, ese desasosiego por buscar culpas o comprender actitudes desaparece lentamente. Asumo que es una etapa nueva y más relajada espero, pero echo de menos a pesar de todo mi energía y entusiasmo, a veces muy pasado de rosca, pero entusiasmo al cabo. La pereza me acecha también: a veces dejo pasar las horas sin producir en cualquier sentido, léase estudiar, escribir o hacer la compra, nevera vacía como jamás ella misma puede creerse. Mis maratones en bici al lado del Manzanares por el anillo verde o los largos en la piscina son tan esporádicos como temidos y de hecho cuando me decido a recuperar el tiempo perdido, le echo un pelín más de intensidad de la necesaria: doctor, no medí mis fuerzas, lo sé, no me sermonee.
La constancia nunca ha sido mi fuerte. El calor y que Pedro me regalara las tres primeras temporadas de Six feet under bueno, supongo que también tienen un poco que ver en todo esto.






lunes, 1 de junio de 2009

Feria del Libro y petición

Para mí, la transición mayo-junio siempre ha traído, por este orden, estrés y alegrías. Aparte de fechas tradicionales de exámenes, siempre ha sido una época donde se juntan celebraciones y fines de curso, fechas típicas también de congresos, fechas que llaman a entregas, a resúmenes e informes. Con la llegada de la Feria del libro a Madrid todo se detenía por espacio de un par de tardes, tardes en las que me permitía una licencia en el torbellino de los días y faenas, cayera quien cayera.  Recorrer casetas, a ser posible evitando los fines de semana, preguntando por ese libro o ese autor al que estás siguiendo la pista o del que ya eres incondicional; rastrear una obra saltando las casetas más pobladas o solo husmear, incluyendo con morbosa curiosidad aquellas, cada vez más proliferantes, que venden sin complejos títulos con tufo ultraderechista o enteramente nazi; las decenas de casetas con obras deliciosas para niños,  donde tiendo a caer seducida por los míos (o quizá por mí misma); la caseta que se empeña todavía en vender enciclopedias como si internet fuera cosa de una minoría; por supuesto las dedicadas al cómic, que cada vez más procuran traer a los casi siempre tímidos autores; en fin: llueva o el calor sea mareante, la feria más querida.

Ahora que trabajo por y para mí y se me juntan los tiempos dedicados al estudio con el resto de los compromisos, tengo que reconocer que me ha pillado por sorpresa. Es un síntoma: no haber estado pendiente de que empezaban esas dos semanas donde solía permitirme un paréntesis de todo, precisamente porque la acumulación de tareas en este caso es autoimpuesta y me genera una suerte de mala conciencia salvar toda una tarde para ejercer de librófila en el Retiro.

A pesar de todo, lo voy a hacer y creo que dedicaré precisamente el día de mi cumpleaños. Así que desde aquí os pido RECOMENDACIONES, novelas y libros de relatos que me he estado perdiendo y no puedo dejar pasar. A los que ejercéis y publicáis, el número de caseta donde encontraros, en persona o en 0bra (va por ti, Náugrafo). Animadme a leer lo último de Nick Hornby o de Andrés Neuman o hacedme desistir si es el caso. Yo por mi parte y dado que estoy vergonzosamente poco lectora últimamente, os recomiendo una novela-cómic: Prototipo, de Ralf König. Aguda e irónica versión del Génesis, impagable. 

sábado, 16 de mayo de 2009

Anda

Los sábados por la mañana Marta se cabreaba. Lo hacía minuciosamente, con una técnica pulida y ordenada, repasando razones, caras y escozores laborales y familiares recientes. Los rumiaba mientras alisaba las sábanas, los dotaba de entidad poniendo la cafetera italiana al fuego y para cuando se metía en la ducha ya le ardían los ojos de rabia. Con el agua dejaba fluir listas de insultos y planes de venganza mientras se frotaba la piel con jabón hipoalergénico, de avena. Alcanzando la toalla con la que secaba su melena lacia veía algo amainada su energía y aumentadas sus causas irresueltas. El cabreo le solía durar entre las cejas hasta la hora de la siesta, a veces, inclusive.
Aquel sábado se quedó mirando fijamente la marca de salvaslips que usaba. De repente tuvo constancia de que lo que ella de verdad quería en la vida era ser mecánico, como su padre. "Anda: eso", se dijo.
Lo primero que hizo fue trasladar el cabreo del sábado al lunes a mediodía. Luego pidió cita para teñirse.

lunes, 11 de mayo de 2009

Aeropuertos

- ¿Desea ayuda?
- No gracias, solo miraba.

Una sonrisa tímida. Adoro a los viejecitos que manosean las sedas de la tienda. Casi siempre discretos, lentos, con pereza de esperar y bolsillos flacos. Sé que solo miraba, amable anciano, reconozco equívocos y también paseos y esperas resignadas en esta tienda impersonal . Sé que ni usted ni su esposa acompañante van a comprarme nunca una corbata de Hêrmes. Puedo adivinar que un familiar suyo no llega puntual, un nieto quizá, y se aburre frente a las pantallas que anuncian salidas y llegadas y mienten sobre los minutos de retraso, y ustedes aterrizan en mi tienda por ver si matan el tiempo. Esos viejecitos. Seres callados y arreglados de domingo, orgullosos de sus hijos, yernos, nietos que vuelan saltando continentes y regresan con maletas modernísimas. A veces hablan ellas, tímidas, le quedaría bien esta a Pablo, ¿se la compramos?, y ellos, a golpes discretos, señalan con sus bastones, que no, fíjate mujer, si vale 200 euros. Si ella insiste, se atreven a murmurar, casi al oído, es que además es bien fea, ¿eh?, y la mujer pone cara de bueno, pues nada, un leve fastidio en su mirada, y la dejan a un lado, caminando con pasos cortos que quieren ser más rápidos, más seguros, más pudientes.

viernes, 8 de mayo de 2009

Por ninguna razón

Situada contra la puerta contraria, somnolienta, esperó a que se abrieran las puertas en la estación para recalcular su posición y hacerse a un lado, acoplándose a la nueva masa de viajeros. El chico ciego entró en el vagón tanteando suelo y esquinas con su bastón alargado. Su presencia hacía a los pasajeros apartarse, mezcla de respeto, pena y valores sociales bien adquiridos. Hábil, se dirigió a una esquina menos poblada, donde procuró un apoyo y un espacio. Ella lo había seguido con la mirada desde el principio, observándole con la impunidad de quien se sabe no correspondido. El chico ciego, delgado, pelo rizado, de aspecto tímido como todos los ciegos, correctamente vestido como todos los ciegos, plegó su bastón, lo mantuvo en su mano y levantó sus ojos hacia la fascinación de ella.  Ella no pudo sostenerle aquella ausencia de mirada, en la que quiso observar un deje reflexivo, tal vez intelectual, tal vez solo infeliz. Pero sintió el impulso de rozarlo, de transmitirle su cercanía, por ninguna razón.

miércoles, 6 de mayo de 2009

El mundo cambia (y los libros de texto también)

Esta entrada va de obviedades, o menos. Los integrantes de mi generación, digamos con cierta generosidad terminológica, aquellos habitantes que rondan los cuarenta tacos, tenemos configurado el mundo de acuerdo a los cánones que nos hicieron aprender desde Anaya, Edelvives y SM los enseñantes de turno con más o menos entusiasmo. Listas de capitales africanas, árboles de análisis sintáctico, clasificación de los invertebrados por familias forman parte de nuestro universo conocedor y de vez en cuando nos defienden con dignidad en las partidas de trivial pursuit. O al menos lo hacían hasta ahora.

La obviedad que voy a escribir sin ningún pudor es esta: el mundo ha cambiado. Ha habido guerras. Hay más países (¿que nunca?) en Europa y a mí me fascina que mi hijo de 11 años me recite, nombre de nuevo país y su capital, todos los que antes componían Yugoslavia mientras esperamos que nos atiendan en la consulta del pediatra. -Dímelos otra vez, Guille: como una madre tonta (que es el papel intrínseco a toda madre) me inflo como un pavo cuando otros padres de mi quinta esperantes en la consulta como yo se sorprenden al escucharle, Bosnia-Herzegovina, Sarajevo; Serbia y Montenegro, Belgrado; Croacia, Zagreb; Eslovenia, Ljubliana; Macedonia, Skopje. Luego pasa a los desmembrados de la antaño tan fácil de recordar URSS, Bielorrusia, Ucrania, Georgia, Azerbaiyán, Kazajstán, voy a parar que no quiero marear. Calculo que nuestros hijos han de memorizar un 20% más de países y capitales que nosotros, al menos en Europa.

Para información de aquellos que aún no tomáis la lección a vuestros hijos, os tengo que anunciar que hay más cambios y seguro que no los veréis tan obvios. Decidme, ¿cuántos son los sabores básicos que se dice distingue nuestro paladar? ¿cuatro? Pues preguntad a vuestros retoños a partir de tercero de primaria: a los tradicionales dulce, salado, ácido y amargo añaden ahora los libros de texto de Santillana, como si tal cosa, un quinto sabor de nombre japonés: el umami. Ningún chaval de menos de diez años te diría hoy que los sabores básicos son cuatro, sino cinco, con fascinante convencimiento. Y os sigo examinando: ¿podéis recitarme la lista de preposiciones españolas? ¿termina en tras? Lo siento pero os comunico que ya no. Dos respetables adverbios, de origen verbal además, han sido incoporados con alevosía a los aantebajoconcontradedesdeenentre y hermanos. Se trata de durante y mediante, aunque de momento que yo sepa aparecen así, al final, como relegados de su propia la clase. Se citan al final de la lista con licencia, o más bien Santillana ha tenido piedad de los profesores que han de enseñarlos, a los que me juego lo que sea sería imposible introducirlos alfabéticamente. Y es que son muchos años ya... con lo que nos costó sacar a cabe y a so , tan desusados que si los recitas se puede determinar que estudiaste primaria con Franco vivo. A mí esta alteración de una lista tan grabada a fuego en el lóbulo frontal, sin que se haya hecho referéndum ciudadano previo, me ha dolido especialmente.

Estos cambios imprevistos, que no han sido correctamente promulgados como manda nuestra santa contitución, y no otros, son los que luego van a causar la verdadera brecha intergeneracional.

lunes, 4 de mayo de 2009

Los derechos fundamentales

Lo asumo, se trata de una idiota reflexión de plañidera impenitente. En este país, los únicos que tienen garantizado el trabajo remunerado como derecho fundamental, protegido en la sección más importante de nuestra constitución, son los presos. Para el resto de los españoles se encuentra en una sección mucho menos garantizable y protegida: la que une los derechos con los deberes. Un preso puede exigir un trabajo remunerado mientras está privado de libertad. Cualquier otro español se lo tiene que currar, es su deber.

viernes, 1 de mayo de 2009

Trances

Muchos de los que me leéis y algunos otros que habéis caído aquí por error sabéis a estas alturas dos cosas sobre mí:

a) Independientemente de si lo hago bien o peor, me gusta escribir.
b) Me quedé en el paro a principios de año y trato de encontrar aquella imposible estabilidad laboral desde entonces.

Resulta que ha surgido una indefinible posibilidad de aunar ambas cosas, esto es: trabajar escribiendo. Coordinando un equipo de guionistas en una productora documental. No es una buena noticia al cien por cien, pues se trata de un proyecto. Todo el mundo sabe cómo se pagan los proyectos que aún no son carne de realidad: no se pagan de momento. El trabajo creativo, contrariamente al trabajo serio, consiste en creer en la idea, dar el alma desarrollándola, plasmarla en algo vendible y luego esperar a que haya suerte y buenos contactos. La literatura es si cabe aún más desagradecida: uno escribe, se entusiasma y crea, más tarde enseña, tal vez opta y obtiene premios, excepcionalmente puede publicar, por último guarda en un cajón los esfuerzos y sus resultados, poco o nada distribuidos. Todo este trance requiere fe y emoción a raudales, no se cuenta con el desánimo, a uno se le supone el valor, como a la soldadesca.

A mí se me plantea el lógico (por favor, decidme que es muy lógico) problema, casi moral, de tener que decidir entre prepararme para lograr un trabajo remunerado y permanente (léase opositar) y la romántica idea de intentar forjar un buen guión capaz de contribuir a que el proyecto sea financiado - para así obtener durante el tiempo de desarrollo del proyecto una remuneración más o menos jugosa aunque desgraciadamente tan necesaria como finita.

Como también sabéis algunos que sí me conocéis y otros que al menos me intuís, en mi esencia llevo un tanto por ciento ineludible de locura e insensatez que me ha hecho decidirme, familia que cuidar aparte, por AMBAS cosas. Lo he hecho convencida de que las oportunidades no se deben despreciar y menos convencida en todo caso de mantener la energía suficiente para ambas empresas (y sus víctimas colaterales). Yo, que a estas alturas conozco bien mis engranajes y mecanismos, que me llevo a las revisiones oportunas y me engraso cuando tocan temporadas de óxido ambiental, sé que es probable, voy a flaquear. Lo que también sé con total garantía es que si no lo intentara, me arrepentiría siempre.
De modo que deseadme suerte y enviadme algo de energía cinética, estática, extática, chamánica, la que tengáis, pues necesito mucha: entro en TRANCE.

miércoles, 22 de abril de 2009

Activos tóxicos

No me preguntéis. Esta combinación paradójica de sustantivo de nueva era y adjetivo esdrújulo me inspira. Su significado me lo habían explicado dos sufridores del término, sector bancario para más señas, pero mi mente anumérica no es capaz de retener con demasiada precisión tales nociones macroeconómicas (¿o eran micro?). Como me pasa con toda la terminología eufónica que no acabo de entender bien, especialmente del campo del derecho o la economía, tiendo a asociarla con otros conceptos o realidades a los que a mi parecer deberían aplicarse ecuaciones similares. Así, he encontrado una serie de activos tóxicos más tangibles que los que traen de cabeza a los bancos y que cualquiera puede identificar sin estar versado en inversiones. La lista es ampliable, quedáis emplazados a ello:

  • Los constructores de enfrente de mi ventana. A sabiendas de que ya no van a vender un solo estudio de 1 habitación, 1 saloncito, 1 baño, media piscina, media terraza y vistas al tráfico de las ocho de la mañana de entrada a Madrid, se mantienen activos. Y a mí me resultan tóxicos, acústica y físicamente. 
  • Los telediarios, en especial los de cadenas privadas a partir del minuto diez, son alevosamente tóxicos, cualidad esta que sus redactores conocen sin vergüenza y además desarrollan de forma activa. 
  • Los productos de Matutano. Su toxicidad no está probada al cien por cien, pero alguna no se les escapa a ellos mismos que tienen. Sin sorna aparente, es bonito leer en sus paquetes cómo mantenerse con salud a pesar del ácido glutámico: sean activos, hombre. 
  • Los corredores de cualquier circuito de footing en Madrid capital. Es como mínimo arriesgado si no majadero del todo intentar mantenerse activo físicamente mientras uno se intoxica así va respirando de manera acompasada y atlética entre el tráfico.

Dejo para un siguiente post el no menos sugerente y atractivo término selectivo español


domingo, 19 de abril de 2009

Anónimos o menos

Recientemente un par de amiguetes me han hecho la puñeta. Me han agregado a su blogroll. Yo, que quería ser anónima y desahogarme, escribir cuando me saliera del lateral izquierdo del hipotálamo, lamentarme exageradamente ante situaciones chungas mías y solo mías.
Creo que a pesar del título de mi blog, ni yo ni nadie aspiramos a tal. Queremos ser personales y propios y de hecho nos repatea pertenecer a colectivos estandarizados. Especialmente los que escribimos, buscamos aquello que nos distinga del resto. A mí me jode contar entre las listas de desempleados básicamente porque quiero ser yo, y validar lo que escribo con mi firma en lugar de con mi NIF. Contar como número es doloroso, aunque al final todos estemos hechos de la misma pasta vital y nos toque sufrir o disfrutar de las mismas rutinas y sucesos, variante apenas de estación, de marca de café o de automóvil.
Todos padecemos las mismas enfermedades y nuestros síntomas a veces tienen apellidos que suenan un poco extranjeros, hasta que se ponen de moda y pasa a padecerlos el común de la sociedad. Por eso nos aburre y nos cansa oír hablar a los demás de sus miserias. Las miserias son mucho menos originales que los éxitos: de hecho solo se tiene éxito cuando se olvida aquella parte común basada en lo lamentable del ser humano y se pone a trabajar la neurona optimista que se cree única en su género.
Dicho lo cual paso a comunicaros que ya es primavera y yo no estornudo, pero a cambio me pica todo.



sábado, 18 de abril de 2009

Parón y cuenta nueva

Tras la santa semana Santa y sus víctimas, tiempo perdido/recuperado y otras incongruencias varias, decido atender y seguir haciendo, no necesariamente por este orden,

1) lo que debo
2) lo que se supone hago
3) lo que verdaderamente me gusta.

Prometo más de mí a partir de ahora, en todos los sentidos.

Y así para empezar, dejo una foto que me mola.



miércoles, 8 de abril de 2009

Debería

A veces, cuando el momento que me toca se me hace insufrible, adopto conmigo misma una actitud masoquista: me deleito en encontrar razones por las cuales el mundo tiene que evitarme y por lo tanto, yo estoy autorizada a corresponder de la misma manera. Busco entre mi odioso carácter, mi debilidad insensata, mi evidente idiotez o cualquier otra grata cualidad de aquellas que en esas ocasiones me poseen. Puedo ser el agente más duro contra mí misma,  el peor de los críticos, el torturador más eficaz. Entonces me digo que tengo que estar sola, totalmente sola, agotadoramente sola e inaccesible. Dado que no quiero esconder ese carácter que creo haber ganado derecho a manifestar, dado que nadie tiene por qué aguantarlo de todos modos, el mejor estado que se me ocurre es la soledad reconcomida. Es como si tuviera que pasar esa penitencia sin ningún tipo de ayuda para sentirme más fuerte. Es como si me complaciera en demostrarme que soy insoportable y por lo tanto mi única garantía.
Yo sé perfectamente, racionalmente, de dónde vienen estos sentimientos y también a dónde pueden conducir. Los manejo de todas maneras sin prudencia alguna. Me cuesta inmensamente reconocer que necesito ayuda, mejor dicho, pedirla me cuesta dolor. Suelo, además, reaccionar mal contra quienes me la ofrecen, lo cual nuevamente me lleva a encerrarme en el mutismo cuando soy reconvenida. Es un estado que se realimenta de su propio malestar y rabia.

Cuando por fin, de una manera de la que tampoco soy muy consciente, me saco de ese estado, no puedo librarme fácilmente de una mezcla de dolor físico y vergüenza casi ajena, queriéndome alejar de la experiencia a zancadas, borrando los sentimientos asociales y los pensamientos destructivos. Tengo prisa por volver a ser de la manera que quiero ser y mostrar. Escondo mi reciente experiencia en los infiernos, huyo de sus manifiestos recientes y me la niego con fiereza. 
Debería sin embargo aprender de ella. De esa lucha agotadora y agitadora tendría que sacar conclusiones, algún rédito útil. Por ejemplo, que somos nuestros peores enemigos, que merecemos muchas veces romper relaciones y poner fronteras a la parte inconsciente y tirana que nos rige sin permiso.  Que la sensación de derrota es tan subjetiva como la de éxito. Y sobre todo, que el peor estado mental posible es el estado autoaislado.

Debería, digo.


martes, 31 de marzo de 2009

Esos joviales amigos

Hace unos años, incluso hace casi dos décadas, cuando internet no era ni mucho menos tan accesible como lo es ahora, decidí adquirir una enciclopedia. Tanto a mi familia como a mí nos fue útil una temporada, todo hay que decirlo, y por supuesto nos solucionó dudas e incluso hizo ganar alguna apuesta. La compré a plazos, que es una práctica que sospecho antes estaba más extendida y que seguro lo volverá a estar. Así que más o menos cada medio año, al renovar los recibos, era visitada por los alegres vendedores de la editorial que me ofrecían apéndices y más apéndices, que pronto pasaron a ser otras enciclopedias, colecciones, dvds multimedia, disneys variados, érase una vez todo, etc. Yo cometí el error de principiante de dejarles visitar mi casa (ojo, mi antigua casa) y hacerme con un par de apéndices, hasta que internet se abrió camino arrasando. Desde entonces, los agentes comerciales no han dejado de llamarme como amigos de toda la vida que quieren ser, de aquellos cuya llamada nos alegra el día, siempre para ofrecerme más y mejores ofertas informativas. Su tono es invariablemente el de "¡Hombreeee! ¡Qué alegría encontrarte en casa!", como ese colega que se fue a vivir a Bruselas y de repente se casa y quiere invitarte a la boda. Tras preguntar cómo te va la vida etc., te comunican que se van a pasar por tu casa (no importa las veces que hayas cambiado de domicilio, ellos lo conocen), que les pilla de camino, para enseñarte una cosita nueva que tienen en interesantísima promoción. Como no andes espabilado, se te plantan con portatil y dvd a la hora de comer, o a cualquier otra inoportuna, pues sé de buena tinta que ellos marcan esas horas-pico en sus agendas particulares como especialmente bajas en la capacidad de reacción de los (ex)clientes. Para ellos, si tú compraste una vez, tú eres del clan comprador, de la gran familia consumidora de *sus* productos multimedia, productos fácilmente adquiribles en cualquier gran superficie de todos modos y por supuesto, ahora más desfasados que nunca gracias a la red. Da igual. No aceptarán nunca este desfase y mucho menos dejarán así como así que un miembro de la familia les traicione.
Ya lo siento, pero tengo a estas alturas una cierta capacidad de lidiar con agentes telefónicos y vendedores domiciliares indeseados, así que bueno, aquí les dejo simplemente el diálogo que hemos mantenido esta vez el vendedor de Planeta y yo.

- ¿Puedo hablar con doña (yo con mis nombres y apellidos completos)?
- Sí, soy yo misma.
- ¡Buenas tardes, (yo con mi nombre más habitual y sin apellidos y sin doña ya)!
- Buenas tardes.
- Soy Alejandro Cueto (muy jovial él)
- Ajá.
- ¿Y no sabes quién soy?
- Pues... así de repente...
- ¿No te dice nada mi nombre? 
- Pues... (yo ya buscando amigos en el extranjero, viejos compañeros de universidad, ¿¿ofertas de trabajo??)
- Soy de una editorial... 
Que yo sepa, hace tiempo pedí trabajo en una editorial, fue hace mucho pero aún así se me pone un tono cordial y amable e incluso sonriente.
- Ah, dígame, sí.
- Soy de la editorial Planeta.
Puff. Ya me lo estoy oliendo.
- Ahh, de acuerdo.
- ¿No me recuerdas aún?
Iba a decirle: Hostia, sí, el vendedor más plasta de Madrid. En lugar de eso respondo
- Vagamente, sí...
- Pues verás, te vendimos un producto, una enciclopedia, hace tiempo, ¿la Larousse, era? (como si no lo tuviera ahí delante marcado en rojo)
- Sí, hace muucho.
- Ah, ¿y no adquiriste nada más? (sus clientes nunca compran. Adquieren, que es más fino)
- Pues no, nunca más, nada.
- Verás, yo te iba a comentar si me pasaba un momento por tu casa para enseñarte un producto nuevo que tenemos en promoción..
- ¿Y viene con regalo?
- Sí, viene con un regalo que consiste en...
- (Le corto) ¿Y no te parece poco serio que para poder vender algo tengáis que regalar otra cosa?
- Mujer, no es eso. Esto es una promoción interesantísima. Te la enseño y...
- No, gracias, no insistas. No te voy a comprar nada, de verdad.
- ¡Pero no la compres! Yo solo quiero enseñártela y hacerte un regalo.
Su madre, el tío. Aquí por fuerza tiene que hacerse clientela entre la gente ociosa. Pero ha dado en hueso.
- Verás, ¿Alejandro Cueto eras?
- Alejandro para ti, sí.
- Verás, Alejandro, es que yo no me fío de cualquier cosa que para venderse tenga que venir con otra de regalo. Eso, una.
- ¡Si el regalo te va a encantarrr! ¡Y a tus hijos!
Eso es otra característica de ellos. Te tienen investigada a la familia. Me pregunto si me van a sacar pronto productos específicos para preadolescentes.
- Y dos: hace más de quince años que no os compro nada, ni lo voy a volver a hacer, y lo sabéis. ¿Por qué insistes, Alejandro Cueto?
- Mujerrr... si es solo solo que te lo enseñe. ¿Es que no quieres ni saber de qué se trata? (Se masca el reproche, casi huelo el puchero)
- Pues mira, no, de verdad. 
- ¡No me digas que eres una persona poco informada y que no controla las últimas tecnologías en educación y formación! Verás, esto es...
Ahí me he hartado, quiero colgarle, pero mi educación de cole de monjas me traiciona. 
- No insistas más, no voy a comprar nada de nada, créeme. (Sueno convincente e inamovible)
- ¿Segurísima?
- Tan segura como de que se me está quemando el arroz. (¡¡Errorrrr!!)
- Bueno, mujer, si es por eso paso más tarde.
- No.
- ¿Ni enseñártelo?
Joder con los vendedores de Planeta. No me extraña que el premio literario mejor dotado de este país lo entreguen ellos.
- Adiosmuchasgraciasbuenastardes.
- Adioosss...

Ya digo, el mismito tono que ponen los amigos cuando se despiden de esa conversación larga que ni tú ni ellos queréis que acabe. 


lunes, 30 de marzo de 2009

Objetivamente cojonuda

Vale. Es así, no admito discusión. Igual que hay nombres objetivamente feos (Beñat) o ciudades objetivamente grises (Málaga), yo soy objetivamente cojonuda.
Y llevo mal confrontarme con mi cojonudez y comprobar que este mundo es básicamente subjetivo.


P.S.: Entrada Prozac para darme un poco de ánimo. Acabo de decidirme a preparar unas oposiciones.

sábado, 21 de marzo de 2009

Ni lo sueñes Producciones

Antes tenía otro blog. Comenzó en 2005 y expiró, él solito, en 2008. Se curró una entrada-resumen-del-año, aceptando un reto internetero de esos que ilusionan vagamente con que somos capaces de gustar y obtener plácemes de otros, un miniconcurso de aquellos, toma este tema, dame un post con estas condiciones, y esperó veredicto. Obviamente bastante mediocre. Digo que todo esto lo gestó mi propio blog, porque se sabía viejo y pasado en temas y nostalgias.

Como aún tenemos sueños, sin embargo, hemos lanzado a existir una productora entre tres ilusionados proyectantes, y un poco por azar del destino también se llama Ni lo sueñes. Con lo cual mi antiguo blog tiene menos sentido que nunca, de ahí que tampoco se deje actualizar. No lo cierro: quedan ahí mis relatos para quien quiera pasearse por ellos, bajo la etiqueta del mismo nombre.

martes, 17 de marzo de 2009

La primavera este año ha caído en martes

Fiel a mi filosofía de mantenerme activa también físicamente y como ayer me salté pilates (juro que fue fuerza mayor burocrática), hoy he decidido salir a machacarme un poco y dar una alegría a mi bici, que hibernaba en el trastero. Es lo que tiene haber sido educada en un colegio de monjas, la tendencia a la culpabilidad opera divinamente.
Dado lo inapropiado de dejarse ver con unas mallas de ciclista, una camiseta de verano y una bici embarrada a las nueve y media de la mañana de un martes, cuando la gente ha terminado ya de abrir el ojo y puede que hasta hayan empezado a ser útiles a la sociedad, he procurado salir todo lo sigilosa y rápidamente posible del garage, pedalear la cuesta igualmente rápido, llegar al circuito como haciéndome la tonta. Al menos puedo presumir de tener fondo para todo eso. Fondo y ganas de sudar, percatándome de que tal vez he sido demasiado optimista al no coger manga larga. Todos mis compañeros de circuito urbano han sido más prudentes. Ya más a gusto entre mis semejantes, relajo el ritmo y decido que es un buen día de primavera para observar y hacer propósitos. Hay quien decide en la ducha, hay quien decide sentado en el váter; yo decido montada en bici, igual que se me ocurren las mejores metáforas en bici y me dan ganas de patentar una grabadora de voz a golpe de rodilla y pedal para mentes caóticas como la mía.

Los que hacemos deporte o simplemente sudamos por las mañanas y entre semana, básicamente pertenecemos a cuatro grupos (sí, según pedaleo también taxonomizo, creo que esa tendencia se la debo en parte a gúguel): estudiantes, desempleados, jubilados y madres. Es de observar que en días laborables la gente pierde su esencia cronológica y muta la habitual clasificación por edades a una más eficiente basada en la ocupación social. Así, los jóvenes que uno encuentra por la calle a esas horas se convierten en estudiantes, los mayores pasan a ser jubilados, y los adultos pueden pertenecer a dos sectores, trabajadores o desempleados. Es difícil, casi imposible, encontrarse en un circuito urbano un martes de diario a un trabajador, de no ser que ocurra alrededor de las once y pertenezca a la élite de los profesores universitarios con descanso inter clases. Uno puede jurar que un adulto entre los 30 y 40 años, con ropa de jooging, generalmente acompañado de otro adulto de edad y atuendo similar, que charla mientras corre y casi siempre se ríe o bien despotrica, es un trabajador público o bien un investigador de la universidad cercana. Por el contrario, un adulto de la misma edad y canosidad, que corre solo, no se ríe y mira bastante al resto de los circuiteros, con actitud más ocupativa que deportiva, es un desempleado, si bien no llega a ser un parado, ya que estos últimos se quedan en casa.
El grupo más numeroso lo forman, como también ocurre en los supermercados y autobuses, los jubilados, estatus social que según nuestra edad y/o vitalidad todos tememos o ansiamos.  Es un grupo social compacto e independiente. Pueden ir o no acompañados de perro, a veces de cónyuge, en ocasiones de nietos, si bien esta variedad en un circuito es más común el fin de semana. Según va subiendo el sol, arrecian otros grupos menos madrugadores, como los estudiantes deportistas y las madres (algún padre) recientes. Unos y otros son subgrupos de los otros grandes conjuntos sin adjetivos, estudiantes y progenitores, recíprocamente necesitados entre sí, y que jamás coinciden juntos en un circuito urbano si son miembros de la misma familia.

Cuando devuelvo la bici al trastero tengo ganadas para mí dos sensaciones. Una obvia: el desgaste físico es esencial para mantener la mente despierta y el ánimo encendido. Otra extraña: los autónomos carecemos de autoridad moral para ubicarnos en cualquier grupo social respetable. Más aún si debido a la crisis disponemos de abundante tiempo que dedicar a actividades menos lucrativas.


lunes, 9 de marzo de 2009

Entiende o pregunta

Hay muchos anuncios que mi hija de ocho años no entiende, afortunadamente. Suelen coincidir con anuncios sociales o institucionales. Por ejemplo, aquel anuncio trastornante en el que aparecía un niño con cara terrible de angustia y se leía "Mamá, hazlo por nosotros, actúa". Posiblemente, los niños que viven situaciones de violencia en casa lo entienden a la primera, la imagen es visualmente indudable. Mi hijo mayor, siempre dispuesto a dar explicaciones, aún así se quedaba callado aguardando mi explicación: quería saber concretamente en qué consistía el verbo "actuar" en este enunciado, el significado más reconocible de esta palabra no le concordaba demasiado con la cara desesperada del niño. 
En las marquesinas de los autobuses aparece últimamente otro que también les causa todo tipo de preguntas (como la mayoría, mis niños son ante todo curiosos y quieren entender): aquel en el que aparece la palabra COCAÍNA, con letras de disco de los setenta, con lucecitas y brillos, con un bocadillo tipo cómic, resaltado, en el que se lee "participa en un accidente de coche cada día". Ay, la ironía. No sé, de verdad. Guille, 11 años:
- Mamá.
- Qué.
- Por qué anuncian la cocaína, si la cocaína es una droga.
Me dan ganas de contestarle:
- Hijo, por suerte no eres target de este anuncio.
En vez de eso le digo:
- Guille, es para que la gente reflexione sobre las fiestas y la cocaína.
Y entonces la lío.
Las campañas contra las drogas son siempre de lo mejor y menos entendible.

Los creativos que trabajan para los ministerios e instituciones son especialmente creativos. Adoran la metáfora, las referencias cruzadas y los dobles sentidos. Aunque en ocasiones son directos y contundentes, como en las campañas de tráfico, en general buscan palabras que combinen bien, que tengan su gracieta o su drama según vayan dirigidas a la prevención o a la denuncia. El plan de salud bucodental del Ministerio de Sanidad reza "Que molen tus muelas". (Esta campaña sí quiere llegar a los niños, obviamente; no hay preguntas). Otros programas institucionales, sin embargo, plantean cuestiones que posiblemente rebotan a los ciudadanos en su capacidad de interés más superficial y no pasan de ahí: son ese tipo de proclamas molestas, como las que resaltan las desigualdades sociales en general. Son también aquellas que yo deseo que mis hijos no acaben de entender nunca. En este caso, mi hija.
La Comisión Europea ha lanzado una campaña que pretende dar a conocer la diferencia de salario que persiste entre hombres y mujeres con respecto a un trabajo similar. Equidad en la remuneración, una cuestión que parece irónicamente tan obvia. Su eslógan, "a igual trabajo, igual valor", aparece en la trasera de los autobuses de la EMT que van detieniendo el tráfico a la vuelta del cole. Ya digo que las grandes preguntas de mis hijos casi siempre me pillan conduciendo.
(Ali, 8)
- Mamá, ¿qué es "valor"?
- Aquí quiere decir el valor del trabajo, lo que vale (reconozco que en medio de un atasco no me explico muy bien).
- ¿Lo que vale? ¿Como un precio?
- Sí, eso. Lo que te pagan por tu trabajo, sí.
- Ah. 
(Interviene Guille)
- El valor del trabajo es lo que cobras, el sueldo, ¿a que sí?
(Sigo yo, despistada)
- Sí, el sueldo es el valor.
(Ali se extraña)
- ¿Y no vale lo mismo si lo hace una chica o un señor?
(Yo sonrío a mi pesar)
- Ehhh... No, no siempre vale lo mismo. Es decir, que sí vale lo mismo. Pero que no siempre te pagan lo mismo.
- ¿Y qué anuncia entonces?
No tiene ni pies ni cabeza para mi hija. Cuanto más trataba de explicarle el objetivo de la campaña, más tontería de anuncio lo veía. Yo espero que para cuando ella sea target de anuncios así, el eslógan efectivamente deje de tener sentido.


sábado, 28 de febrero de 2009

Qué bueno es poder echar a otros la culpa

Leyendo este artículo publicado en un periódico irlandés de amplia difusión, a una no puede sino entrarle una sensación desasosegante. Siempre que hay una crisis económica, que implica lógicamente falta de trabajo y reducción de capital disponible para todo, se tiende a echar la culpa a algún grupo social: pueden ser los banqueros, pueden ser los constructores, pueden ser los inmigrantes, todo depende de quién salte antes a los medios. En este caso nos toca aleatoriamente a las mujeres. No es la primera vez que leo que la incorporación al mercado de trabajo de las mujeres, antes dedicadas al hogar, a sus niños, a las labores básicas de su sexo, ha colapsado la sociedad capitalista.
Lo que habría que preguntarse es porqué se selecciona como culpable a un grupo impersonal, como si en cada uno de los grupos humanos no hubiera gente válida y gente menos válida para casi cualquier cosa. ¿Acaso todos los varones, por el mero hecho de pertenecer a un sexo (1 de 2 posibles), son garantes de un trabajo hecho correctamente? ¿Los genitales externos dotan de una capacidad profesional mayor? Y consecuentemente, ¿la capacidad de gestar un hijo roba agudeza mental o destreza manual? Son desde luego, posibilidades. Pero hay muchas otras:
  • Se ha comprobado que hay un exceso de rubios dedicados al sector servicios. Todo el mundo sabe que es un sector en decadencia. Se debe a que los rubios ven reducidas sus facultades cuando contraen matrimonio. No se puede impedir a los rubios que se casen, pero si se puede suprimir a todos los rubios del sector servicios.
  • Apenas se están vendiendo coches. Se sabe que los vendedores de coches son en un porcentaje considerable seguidores del Atlético de Madrid. Las aficiones se gestan familiarmente y son inamovibles. Por lo tanto, no se debe contratar a seguidores del Atleti en ningún concesionario ni fábrica de coches.
  • Hay casi un 15% de zurdos en este país. Ocupan todos los sectores posibles de la economía, son hiperubicuos y además no disimulan nada. Si se evitara que los zurdos accedieran al mercado laboral, otro 15% de población activa estaría en posición de acceder a un puesto de trabajo. El paro disminuiría satisfactoriamente.
Disculpen, tengo más ejemplos, pero he de ir a hacer la comida, como manda mi sexo. Un momento. A ver si voy a estar equivocada. ¿Cómo es que la mayoría de los cocineros famosos son varones?

P.S: No hagan caso a la hora de publicación. Mi ordenador se ha rebelado, porque es varón, es rubio, es del atleti, es zurdo y está en el paro.

martes, 24 de febrero de 2009

Opciones

Parece fácil, en teoría, encontrar un trabajo con una carrera y un posgrado, un máster en una universidad extranjera, tres idiomas, dominio de herramientas informáticas y más de quince años de experiencia total. No lo es. La especialización en cualquier área es perfecta para ese área tan solo, para ese trabajo al que hemos dedicado los últimos trece años. Los anteriores, donde aún explorábamos opciones, donde procurábamos controlar varios campos, se borran de repente, carecen de utilidad si no han sido desarrollados, si uno no se ha hecho ya un hueco en ellos. El profesorado, la traducción, el mundo editorial y periodístico, para comenzar de nuevo en ellos se requieren ahora títulos y experiencias de las que carecemos. Somos especialistas en un área absurda que solo se mantiene en el limbo de un par de instituciones o empresas fantásticas. No hay más negocio ni más investigación fuera de ellas y por supuesto, no hay trabajo tal en otro espacio.

De modo que lo que toca es reciclarse. Explorar opciones y decidir. Oposiciones. Cursos de especialización en educación. Re-educación de uno mismo para volver a ser útil. O cambiar completamente de perspectiva. En ello estamos.

jueves, 19 de febrero de 2009

Qué importante

es tener al lado alguien que crea de verdad en nosotros.
Gracias. Aunque sé que no te gusta esa palabra entre ambos.

domingo, 15 de febrero de 2009

Cuidarse

Una de las cosas que me propuse al quedarme parada es por lo menos aprovechar la oportunidad para mi(r/m)arme un poco más y cuidar de mí en la medida que merezco. Más deporte, más horas de sueño, algún cuidado estético. Sobre el primero y el segundo punto ya he hablado en otras entradas. Con respecto al tercero, estoy encontrando una dificultad bastante insalvable dadas mis circunstancias: cuesta más dinero que tiempo, justo al revés de lo que ocurre con el resto de los cuidados personales. Debe de ser por eso que se llama así, estética, que como todo el mundo sabe, es lo opuesto a la ética.

jueves, 12 de febrero de 2009

Cosas que cambian por la mañana, día de diario

- En los supermercados la media de edad de los clientes y paseantes supera los cincuenta. Están sorprendentemente vacíos, exceptuando Mercadona que no entiende de crisis. Hay más productos para probar y opinar. Los cajeros sonríen. Los charcuteros tararean canciones. Los pescaderos te comentan tertulias televisivas si pides dorada para hacer a la sal.

- Los obreros de las pocas obras que aún no tienen un ERE activo se gritan barbaridades de planta a planta con el casco puesto.

- En los parques públicos la tasa de nacionales sube al 350%. La de personas de edad superior a los 60, un 600%. Los pocos niños que pululan aburridos tienen cara de haber puesto el termómetro en la lámpara. Por si acaso su abuelita/su cuidadora les ajusta la bufanda y los guantes.

- El telemárketing y otras bicocas telefónicas se crece entre las 10:00 y las 14:30. Después paran para que hagas de comer. Después redoblan impulsos hasta la hora de salida de los colegios.

- El tráfico madrileño no es que cambie, es que es un ente con vida propia. Por lo tanto le importa un bledo que haya más gente sin trabajo, sus horas punta las lleva como un reloj.

- Sorprendentemente, el tiempo pasa mucho más rápido buscando trabajo que trabajando en sí. Renuncio a explicármelo y espero todavía que llegue el fin de semana.

lunes, 9 de febrero de 2009

La persona equivocada

Es difícil que  nos demos cuenta cuando nos juntamos con la persona equivocada. Es esa persona que a todas luces -a todas tus luces, en este caso- te aprecia, te protege y da la cara por ti. La persona que te elige y por lo tanto apuesta por esa candidatura que eres tú, con todas sus virtudes, que alaba hasta el punto de hacerte formar parte de su equipo vital. Los principios suelen ser gratos, ilusionantes, tiernos como los gestos que uno no calcula, cargados de optimismo y buenas intenciones. 
Ocurre que el tiempo va desvelando ciertas otras intenciones, algunos otros gestos y casi siempre más bien otra ilusión: aquella que tiene menos que ver con el común y se centra más en el individuo que era el otro. Se comienza a sospechar, sin querer reconocerlo en el fondo, que las virtudes alabadas no lo son tanto. Se va sintiendo una especie de desazón, aún no cargada de desconfianza, porque los indicios van apuntando hacia menos alabanzas y más desprecios, hacia cambios en la dinámica diaria, hacia verdaderos desplantes y salidas de tono. Consentir y obviar a la vez va imponiéndose, al fin y al cabo estamos donde estamos porque hemos sido elegidos, por algo habrá de ser, aunque nos vayamos viendo alternativamente relegados o sobrepasados, según sean las expectativas y/o humor de la persona que nos ha elegido. Nuestra autoestima se va minando a la vez que la actividad va agotándonos o bien comenzamos a carecer de ella, como quien carece de estímulos esenciales, sin preaviso en cualquiera de los dos casos.
Siempre llega un momento lúcido y generalmente desaprovechado -despreciado por uno mismo- en el que somos capaces de comprender que quien creíamos formaba piña con nosotros en realidad solo se engorda o complace con nuestro esfuerzo, haciendo su posición más fuerte y debilitando la nuestra en justo intercambio. No queremos asumir que esas virtudes que poseíamos han sido enterradas en favor de otras de otros. No damos crédito al simple hecho de que no se cuenta lo suficientemente (eufemismo) con nosotros.
Otros entornos y otras facetas, por contra, nos demuestran que dichas virtudes, valores, aptitudes, siguen vivas, son apreciadas, son requeridas. ¿Cómo es que estamos tan ciegos para no coger en ese momento la salida más fácil y dar un portazo a aquella persona equivocada?

Siempre, siempre nos mantiene la esperanza. La esperanza de una promesa. La esperanza de que nuestra extraña situación sea un grave error solucionable. La esperanza absurda de que no podemos equivocarnos tanto tiempo. Deberían inventar pastillas para los enfermos de esperanza.

No, no estaba hablando de una pareja, ni siquiera de una expareja. Estaba hablando de mi exjefe.

jueves, 5 de febrero de 2009

Insomnio

Hubo una época en la que fui muy dormilona. Una época larga incluso, digamos que toda mi adolescencia y también durante la carrera. Era famosa entre mis amigas porque si quedaba con ellas por ejemplo en vacaciones, no aceptaba ningún plan antes de las once o doce de la mañana. Madrugar me suponía más que un esfuerzo físico, no dormir todo lo que pedía mi cuerpo me era directamente doloroso.
Con la llegada de los niños las horas de sueño mermaron drásticamente. Cuando se vigila el sueño de los hijos y sus necesidades pasan a ser las tuyas, no es posible  elegir cuándo ni cuánto dormir. Y el cuerpo, maquinaria adaptable donde las haya, se ajusta con más o menos malhumor y/o agotamiento a las nuevas reglas caprichosas. Recuerdo que el proceso me costó algún que otro episodio depresivo, alguno que otro nervioso, a veces ambos a la vez. Miente quien sea madre y no haya tenido experiencias de ese estilo, en las que cuesta, sobre todo, asumir con entereza y sin desquicie las famosas nuevas reglas. Una vez logrado, una vez interiorizado, dormir de nuevo ya no es cosa ni de proponérselo: la mayoría de las veces basta sintonizar una teleserie.
Todo esto viene a cuento solo de una cosa. Me he ido observando a lo largo de varios años ya, y de ser la marmota impenitente que deshacía planes y solía llegar tarde a primera hora he pasado a necesitar menos de seis horas de sueño cada noche. Si esto lo hubiera leído a mis veinte años me hubiera dado la risa (y a mi familia, y a mis amigos...), pero es un hecho contrastado. Hubo una transición, aproximadamente diez años, los niños aún pequeños, en los que mi ritmo era fijo once de la noche-siete de la mañana. A fuerza de costumbre de despertador y de agotamiento vespertino,  ese era mi reloj vital, sin grandes variaciones. Daba igual laborable o fin de semana. Aquella dosis de sueño formaba parte de mi rutina.
En los dos últimos años había ya comprobado que ni me quedaba inconsciente a las once ni me costaba levantarme a las siete. Podía quedarme trasnochando sin gran desequilibrio al día siguiente, siempre que pudiera recuperar después (¿se recupera el sueño? esto va a ser una farsa que nos han vendido). Pues bien. Ahora que no he de cumplir ningún horario y además dispongo de días en los que tampoco tengo que despertar a los niños y llevarlos al colegio, ni siquiera encuentro la hora para irme a la cama. He descubierto los programas más cañeros en la televisión y los cuelgues más gordos en internet. Puedo quedarme tranquilamente escribiendo, viendo debates culturales en la tele -la cultura es por supuesto para los noctámbulos- o simplemente pensando, hasta bien entrada la madrugada. Y aún así cuando despierto, para horror de mi pareja, dormida al lado, lo hago completamente despejada, lista para dar una conferencia si hace falta o discutir con la encargada del super si se tercia. Lo que sea: puedo cantar, bailar, contar con detalle y en voz alta mi último sueño, sin problema. Como si no me hubiera acostado.
No tengo ni idea de dónde se ha ido mi necesidad de dormir, si se lo pregunto a mis neuronas se hacen las suecas. Tal vez debería preocuparme, pero siendo realistas, la verdad es que no le veo más que ventajas. 

martes, 3 de febrero de 2009

Mal humor

Poderoso y destructivo. Siento tener que tratar hoy con quien sea. Hay días que es mejor quedarse todo el rato sola.

lunes, 2 de febrero de 2009

Pilates

Me he apuntado en el polideportivo de mi barrio a Pilates. Es por la mañana, en concreto es en medio de la mañana y yo normalmente a esas horas me tomaba un café+tostada con mis compañeros. De hecho, cuando vi que el grupo era a esa hora no pude evitar pensar, como siempre solía hacer, "un grupo para marujas". Y bien. Yo soy una de ellas ahora, bueno, qué va, las marujas curran, curran en su casa mucho, y yo estoy parada. Porque no valgo ni para maruja: me quedo en casa, las camas sin hacer, la cocina sin recoger y me entra una desidia total. Cuanto menos hago, menos quiero hacer.
Así que he decidido reactivarme, porque esto va a ser cuestión de energía vital. Yo, que siempre he sido deportista, estoy ahora oxidada, tengo incluso las neuronas oxidadas y el ánimo oxidado. Me hago miembro pleno de un grupo que va a obtener beneficios de una clase así, suave, tranquila, hola, cuál es tu nombre, bienvenida, coge una colchoneta, cada una llegue hasta donde pueda. Rodeada de mujeres más oxidadas, o más lesionadas que yo. Ellas andan lesionadas con las lumbares, las cervicales. Yo tengo el ánimo lesionado. Estiramientos musculares o mentales, todo va a ser lo mismo, ahí está, tensa, resiste, respira y aguanta. La costumbre hará que se fortalezcan las zonas afectadas.

jueves, 29 de enero de 2009

Justicia

La rabia me había hecho plantearme una demanda judicial contra la empresa que me había tenido más de doce años encadenando contratos de obra, con el pertinente período preciso en el paro, circunstancia que podría impedir en último término que se considerara un encadenamiento de contratos fraudulento. Había consultado a abogados de sindicatos, que eran escépticos al respecto. Sin embargo, no me había rendido.
Consulté a un bufete de abogados laboralistas de prestigio, que me dieron esperanzas, considerando mi absurdo caso, trece años y sin contratación en plantilla, más que defendible ante el juez. Bien, me dije, adelante. Es moralmente un deber para mí: luchar hasta el final. Se me presupuestó una cantidad posiblemente abusiva, pero en principio no me importó. Si ellos están seguros, si tienen capacidades y sobre todo, como era el caso, conocen al enemigo, todo esto no podía salir demasiado mal. Hablamos un par de veces, nos intercambiamos correos varios. Cada vez estaba más decidida y más segura. Casi ya lanzada, las últimas gestiones por mi parte fueron naturalmente, además de intentar ajustar el presupuesto, presentar al bufete un dossier de casi 100 páginas de pruebas, correos, informes, todo. Todo lo que señalaba vergonzantemente que yo era personal estable y no temporal, que lo había sido siempre, que merecía una considerable indemnización.

No es mi estilo la pelea. Siempre he preferido los argumentos hablados, la convicción, conciliar antes que enfrentar, calmar el ánimo antes que dar licencia al descontrol. En multitud de ocasiones he procurado evitar enfrentamientos que, ahora me doy cuenta, tal vez hubiera sido mejor provocar. También me ha dado siempre mucha vergüenza pedir favores y no menos reclamar derechos. Siempre. Esperaba que las cosas cayeran por su propio peso, que la verdad o la evidencia se impusiera por sí misma. Por eso si cabe me costaba más que cualquier otra cosa tomar la decisión de enfrentarme a ellos. Por eso y porque tenía un historial de falta de seguridad activa preocupante. Solo en los dos últimos años me había atrevido, siempre escudada en promesas de estabilidad, a molestar de vez en cuando a la cúpula rectora con mis demandas. Con mis caprichos. Con mi falsa ilusión de pertenecer a ese mundo también. Pero las últimas semanas fueron de guerra sorda, las peores. Fueron días amargos que espero no tener que recordar más que en esta entrada de blog y fueron días en los que yo me perdí a mí misma. Días para la desilusión extrema y la desconfianza personal, muy hirientes.

Y ellos, este bufete, conmigo entregada, sin ser yo misma, pero decidida, apoyada y leal por una vez a mi propia causa, me escribió para cerrar por fin la historia: solo podían pelear el último contrato. Obtendría, pleiteando por supuesto, una humillante antigüedad de dos años. La jurisprudencia al respecto no dejaba más margen. La legislación estaba de parte de los otros, aquellos que asesoran a mi institución-cultural-sin-ánimo-de-lucro y que son los mismos que les permiten con su consejo legal usar y tirar empleados con impunidad absoluta, sea cual sea su cualificación, experiencia, años de colaboración o implicación en los proyectos y recursos generados.

Ahora escribo con la rabia mitigada y la esperanza asesinada con el certero golpe de una ley. Esa que se hizo para evitar la precariedad laboral, esa misma.

lunes, 12 de enero de 2009

A mí, estar parada

me da vergüenza.

Sé que no debería torturarme con ello, pero es así. Me muero de vergüenza.

viernes, 9 de enero de 2009

Cola del INEM

Jueves, 8 de enero del 2009. Ocho y media de la mañana. Menos de cinco grados en la calle.
La cola ya está formada por unas cincuenta personas a mi llegada. Me coloco tras un par de caribeños ateridos, me apoyo en la jardinera y saco un libro, dispuesta a estrenar paciencia. Cuesta concentrarse tan pronto, de pie y con la extraña sensación de no estar en el lugar acostumbrado. Pero lo consigo. El problema viene para pasar las páginas con guantes y casi estoy por pedirle al caribeño menos tiritante que me ayude con ello, pero en vez de eso me los quito y paso página. Nunca hasta ahora había lamentado ser capaz de leer tan rápido. 
La cola es variopinta, sin claro predominio ni de sexo ni de edad, a partes iguales nacionales e inmigrantes. Ni unos ni otros parecen especialmente abatidos, lo cual contrasta claramente con la tesitura. Hay derecho a estar abatido. Hay derecho, desde luego en mi caso, a estar más que abatido, más de doce años en la misma empresa. Me pregunto qué historia tendrá que aportar cada demandante de empleo. A partir de que uno entra en la cola del INEM, deja de ser un parado y se convierte en un demandante de empleo. Demandamos empleo como quien sabe que necesita pasta de dientes o necesita tomates y coge un número y espera su turno. Deberían llamarlo así también en los medios: Se ha publicado la estadística de demanda de empleo en el último trimestre. Es mucho más fino, en vez de la estadística de parados. Los que demandamos empleo molestamos menos que los parados sin lugar a dudas.
Siguen incorporándose personas a la cola. Como es habitual, como Dios manda seguro, aparece un listo que se hace el tonto, que no se puede creer básicamente que la cola a veinte minutos de abrir la puerta sea ya tan larga, y se acerca a la puerta "a informarse". Por suerte o desgracia todos somos él y todos somos aquel otro que le para los pies y le devuelve a su turno cien personas atrás. Nos congratulamos, son esas pequeñas satisfacciones humanas que proporcionan las colas, incluso si uno no nota los dedos de los pies debido al frío.

Cuando abren por fin las puertas no hay ninguna expresión de alivio o de alegría. Es la primera vez que observo una reacción tal en una cola. Como si abrir las puertas diera paso a lo inevitable, a la constatación de un hecho que golpea la mente con contundencia de puñetazo: eres un parado y estás a punto de solicitar lastimosamente (porque no se puede reclamar ningún derecho así con la cabeza alta) que te sea concedida una ayuda económica para mantenerte.