Muchos de los que me leéis y algunos otros que habéis caído aquí por error sabéis a estas alturas dos cosas sobre mí:
a) Independientemente de si lo hago bien o peor, me gusta escribir.
b) Me quedé en el paro a principios de año y trato de encontrar aquella imposible estabilidad laboral desde entonces.
Resulta que ha surgido una indefinible posibilidad de aunar ambas cosas, esto es: trabajar escribiendo. Coordinando un equipo de guionistas en una productora documental. No es una buena noticia al cien por cien, pues se trata de un proyecto. Todo el mundo sabe cómo se pagan los proyectos que aún no son carne de realidad: no se pagan de momento. El trabajo creativo, contrariamente al trabajo serio, consiste en creer en la idea, dar el alma desarrollándola, plasmarla en algo vendible y luego esperar a que haya suerte y buenos contactos. La literatura es si cabe aún más desagradecida: uno escribe, se entusiasma y crea, más tarde enseña, tal vez opta y obtiene premios, excepcionalmente puede publicar, por último guarda en un cajón los esfuerzos y sus resultados, poco o nada distribuidos. Todo este trance requiere fe y emoción a raudales, no se cuenta con el desánimo, a uno se le supone el valor, como a la soldadesca.
A mí se me plantea el lógico (por favor, decidme que es muy lógico) problema, casi moral, de tener que decidir entre prepararme para lograr un trabajo remunerado y permanente (léase opositar) y la romántica idea de intentar forjar un buen guión capaz de contribuir a que el proyecto sea financiado - para así obtener durante el tiempo de desarrollo del proyecto una remuneración más o menos jugosa aunque desgraciadamente tan necesaria como finita.
Como también sabéis algunos que sí me conocéis y otros que al menos me intuís, en mi esencia llevo un tanto por ciento ineludible de locura e insensatez que me ha hecho decidirme, familia que cuidar aparte, por AMBAS cosas. Lo he hecho convencida de que las oportunidades no se deben despreciar y menos convencida en todo caso de mantener la energía suficiente para ambas empresas (y sus víctimas colaterales). Yo, que a estas alturas conozco bien mis engranajes y mecanismos, que me llevo a las revisiones oportunas y me engraso cuando tocan temporadas de óxido ambiental, sé que es probable, voy a flaquear. Lo que también sé con total garantía es que si no lo intentara, me arrepentiría siempre.
De modo que deseadme suerte y enviadme algo de energía cinética, estática, extática, chamánica, la que tengáis, pues necesito mucha: entro en TRANCE.
Da igual lo que elijas, te vas a equivocar y te parecerá la peor opción cuando eches la vista atrás. Y siempre te arrepentirás.
ResponderEliminarNo le des más vueltas, las decisiones siempre son malas, pero puedes hacerla buena tú solita. Si eres capaz.
Pero, y lo mucho que te ríes cuando la cagas una y otra vez y conviertes tu vida en un disparate? Eso.
Suerte chamánica o algo asín.
Te tranzo?
ResponderEliminarCasi mejor hazme la compra.
ResponderEliminarHazlo A, entra en trance y no ceses en perdurar tu romanticismo. La mastodóntica APca de este país siempre está ahí.
ResponderEliminarNecesidad y creatividad aúnalas hasta donde puedas, pero desde dentro, los hilos del títere teatrillo que representamos se mueven mejor desde el otro lado de bambalinas.
Gracias, Anónimo/a. No es menos romántico pretender que se pueden mover los hilos que nos rigen... En cualquier caso intentarlo no nos traiciona. Un saludo idealista.
ResponderEliminarUna vez decidido ya es demasiado tarde, el tiempo no retrocede y la historia de tu vida se escribe cada minuto, desde luego es preferible que sea interesante y arriesgada y no aburrida y predecible (mejor para tus lectores, al menos). O sea que apechuga y procura divertirte y llenarte de experiencias que luego nos puedas regalar con tu aguda prosa.
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