sábado, 28 de febrero de 2009

Qué bueno es poder echar a otros la culpa

Leyendo este artículo publicado en un periódico irlandés de amplia difusión, a una no puede sino entrarle una sensación desasosegante. Siempre que hay una crisis económica, que implica lógicamente falta de trabajo y reducción de capital disponible para todo, se tiende a echar la culpa a algún grupo social: pueden ser los banqueros, pueden ser los constructores, pueden ser los inmigrantes, todo depende de quién salte antes a los medios. En este caso nos toca aleatoriamente a las mujeres. No es la primera vez que leo que la incorporación al mercado de trabajo de las mujeres, antes dedicadas al hogar, a sus niños, a las labores básicas de su sexo, ha colapsado la sociedad capitalista.
Lo que habría que preguntarse es porqué se selecciona como culpable a un grupo impersonal, como si en cada uno de los grupos humanos no hubiera gente válida y gente menos válida para casi cualquier cosa. ¿Acaso todos los varones, por el mero hecho de pertenecer a un sexo (1 de 2 posibles), son garantes de un trabajo hecho correctamente? ¿Los genitales externos dotan de una capacidad profesional mayor? Y consecuentemente, ¿la capacidad de gestar un hijo roba agudeza mental o destreza manual? Son desde luego, posibilidades. Pero hay muchas otras:
  • Se ha comprobado que hay un exceso de rubios dedicados al sector servicios. Todo el mundo sabe que es un sector en decadencia. Se debe a que los rubios ven reducidas sus facultades cuando contraen matrimonio. No se puede impedir a los rubios que se casen, pero si se puede suprimir a todos los rubios del sector servicios.
  • Apenas se están vendiendo coches. Se sabe que los vendedores de coches son en un porcentaje considerable seguidores del Atlético de Madrid. Las aficiones se gestan familiarmente y son inamovibles. Por lo tanto, no se debe contratar a seguidores del Atleti en ningún concesionario ni fábrica de coches.
  • Hay casi un 15% de zurdos en este país. Ocupan todos los sectores posibles de la economía, son hiperubicuos y además no disimulan nada. Si se evitara que los zurdos accedieran al mercado laboral, otro 15% de población activa estaría en posición de acceder a un puesto de trabajo. El paro disminuiría satisfactoriamente.
Disculpen, tengo más ejemplos, pero he de ir a hacer la comida, como manda mi sexo. Un momento. A ver si voy a estar equivocada. ¿Cómo es que la mayoría de los cocineros famosos son varones?

P.S: No hagan caso a la hora de publicación. Mi ordenador se ha rebelado, porque es varón, es rubio, es del atleti, es zurdo y está en el paro.

martes, 24 de febrero de 2009

Opciones

Parece fácil, en teoría, encontrar un trabajo con una carrera y un posgrado, un máster en una universidad extranjera, tres idiomas, dominio de herramientas informáticas y más de quince años de experiencia total. No lo es. La especialización en cualquier área es perfecta para ese área tan solo, para ese trabajo al que hemos dedicado los últimos trece años. Los anteriores, donde aún explorábamos opciones, donde procurábamos controlar varios campos, se borran de repente, carecen de utilidad si no han sido desarrollados, si uno no se ha hecho ya un hueco en ellos. El profesorado, la traducción, el mundo editorial y periodístico, para comenzar de nuevo en ellos se requieren ahora títulos y experiencias de las que carecemos. Somos especialistas en un área absurda que solo se mantiene en el limbo de un par de instituciones o empresas fantásticas. No hay más negocio ni más investigación fuera de ellas y por supuesto, no hay trabajo tal en otro espacio.

De modo que lo que toca es reciclarse. Explorar opciones y decidir. Oposiciones. Cursos de especialización en educación. Re-educación de uno mismo para volver a ser útil. O cambiar completamente de perspectiva. En ello estamos.

jueves, 19 de febrero de 2009

Qué importante

es tener al lado alguien que crea de verdad en nosotros.
Gracias. Aunque sé que no te gusta esa palabra entre ambos.

domingo, 15 de febrero de 2009

Cuidarse

Una de las cosas que me propuse al quedarme parada es por lo menos aprovechar la oportunidad para mi(r/m)arme un poco más y cuidar de mí en la medida que merezco. Más deporte, más horas de sueño, algún cuidado estético. Sobre el primero y el segundo punto ya he hablado en otras entradas. Con respecto al tercero, estoy encontrando una dificultad bastante insalvable dadas mis circunstancias: cuesta más dinero que tiempo, justo al revés de lo que ocurre con el resto de los cuidados personales. Debe de ser por eso que se llama así, estética, que como todo el mundo sabe, es lo opuesto a la ética.

jueves, 12 de febrero de 2009

Cosas que cambian por la mañana, día de diario

- En los supermercados la media de edad de los clientes y paseantes supera los cincuenta. Están sorprendentemente vacíos, exceptuando Mercadona que no entiende de crisis. Hay más productos para probar y opinar. Los cajeros sonríen. Los charcuteros tararean canciones. Los pescaderos te comentan tertulias televisivas si pides dorada para hacer a la sal.

- Los obreros de las pocas obras que aún no tienen un ERE activo se gritan barbaridades de planta a planta con el casco puesto.

- En los parques públicos la tasa de nacionales sube al 350%. La de personas de edad superior a los 60, un 600%. Los pocos niños que pululan aburridos tienen cara de haber puesto el termómetro en la lámpara. Por si acaso su abuelita/su cuidadora les ajusta la bufanda y los guantes.

- El telemárketing y otras bicocas telefónicas se crece entre las 10:00 y las 14:30. Después paran para que hagas de comer. Después redoblan impulsos hasta la hora de salida de los colegios.

- El tráfico madrileño no es que cambie, es que es un ente con vida propia. Por lo tanto le importa un bledo que haya más gente sin trabajo, sus horas punta las lleva como un reloj.

- Sorprendentemente, el tiempo pasa mucho más rápido buscando trabajo que trabajando en sí. Renuncio a explicármelo y espero todavía que llegue el fin de semana.

lunes, 9 de febrero de 2009

La persona equivocada

Es difícil que  nos demos cuenta cuando nos juntamos con la persona equivocada. Es esa persona que a todas luces -a todas tus luces, en este caso- te aprecia, te protege y da la cara por ti. La persona que te elige y por lo tanto apuesta por esa candidatura que eres tú, con todas sus virtudes, que alaba hasta el punto de hacerte formar parte de su equipo vital. Los principios suelen ser gratos, ilusionantes, tiernos como los gestos que uno no calcula, cargados de optimismo y buenas intenciones. 
Ocurre que el tiempo va desvelando ciertas otras intenciones, algunos otros gestos y casi siempre más bien otra ilusión: aquella que tiene menos que ver con el común y se centra más en el individuo que era el otro. Se comienza a sospechar, sin querer reconocerlo en el fondo, que las virtudes alabadas no lo son tanto. Se va sintiendo una especie de desazón, aún no cargada de desconfianza, porque los indicios van apuntando hacia menos alabanzas y más desprecios, hacia cambios en la dinámica diaria, hacia verdaderos desplantes y salidas de tono. Consentir y obviar a la vez va imponiéndose, al fin y al cabo estamos donde estamos porque hemos sido elegidos, por algo habrá de ser, aunque nos vayamos viendo alternativamente relegados o sobrepasados, según sean las expectativas y/o humor de la persona que nos ha elegido. Nuestra autoestima se va minando a la vez que la actividad va agotándonos o bien comenzamos a carecer de ella, como quien carece de estímulos esenciales, sin preaviso en cualquiera de los dos casos.
Siempre llega un momento lúcido y generalmente desaprovechado -despreciado por uno mismo- en el que somos capaces de comprender que quien creíamos formaba piña con nosotros en realidad solo se engorda o complace con nuestro esfuerzo, haciendo su posición más fuerte y debilitando la nuestra en justo intercambio. No queremos asumir que esas virtudes que poseíamos han sido enterradas en favor de otras de otros. No damos crédito al simple hecho de que no se cuenta lo suficientemente (eufemismo) con nosotros.
Otros entornos y otras facetas, por contra, nos demuestran que dichas virtudes, valores, aptitudes, siguen vivas, son apreciadas, son requeridas. ¿Cómo es que estamos tan ciegos para no coger en ese momento la salida más fácil y dar un portazo a aquella persona equivocada?

Siempre, siempre nos mantiene la esperanza. La esperanza de una promesa. La esperanza de que nuestra extraña situación sea un grave error solucionable. La esperanza absurda de que no podemos equivocarnos tanto tiempo. Deberían inventar pastillas para los enfermos de esperanza.

No, no estaba hablando de una pareja, ni siquiera de una expareja. Estaba hablando de mi exjefe.

jueves, 5 de febrero de 2009

Insomnio

Hubo una época en la que fui muy dormilona. Una época larga incluso, digamos que toda mi adolescencia y también durante la carrera. Era famosa entre mis amigas porque si quedaba con ellas por ejemplo en vacaciones, no aceptaba ningún plan antes de las once o doce de la mañana. Madrugar me suponía más que un esfuerzo físico, no dormir todo lo que pedía mi cuerpo me era directamente doloroso.
Con la llegada de los niños las horas de sueño mermaron drásticamente. Cuando se vigila el sueño de los hijos y sus necesidades pasan a ser las tuyas, no es posible  elegir cuándo ni cuánto dormir. Y el cuerpo, maquinaria adaptable donde las haya, se ajusta con más o menos malhumor y/o agotamiento a las nuevas reglas caprichosas. Recuerdo que el proceso me costó algún que otro episodio depresivo, alguno que otro nervioso, a veces ambos a la vez. Miente quien sea madre y no haya tenido experiencias de ese estilo, en las que cuesta, sobre todo, asumir con entereza y sin desquicie las famosas nuevas reglas. Una vez logrado, una vez interiorizado, dormir de nuevo ya no es cosa ni de proponérselo: la mayoría de las veces basta sintonizar una teleserie.
Todo esto viene a cuento solo de una cosa. Me he ido observando a lo largo de varios años ya, y de ser la marmota impenitente que deshacía planes y solía llegar tarde a primera hora he pasado a necesitar menos de seis horas de sueño cada noche. Si esto lo hubiera leído a mis veinte años me hubiera dado la risa (y a mi familia, y a mis amigos...), pero es un hecho contrastado. Hubo una transición, aproximadamente diez años, los niños aún pequeños, en los que mi ritmo era fijo once de la noche-siete de la mañana. A fuerza de costumbre de despertador y de agotamiento vespertino,  ese era mi reloj vital, sin grandes variaciones. Daba igual laborable o fin de semana. Aquella dosis de sueño formaba parte de mi rutina.
En los dos últimos años había ya comprobado que ni me quedaba inconsciente a las once ni me costaba levantarme a las siete. Podía quedarme trasnochando sin gran desequilibrio al día siguiente, siempre que pudiera recuperar después (¿se recupera el sueño? esto va a ser una farsa que nos han vendido). Pues bien. Ahora que no he de cumplir ningún horario y además dispongo de días en los que tampoco tengo que despertar a los niños y llevarlos al colegio, ni siquiera encuentro la hora para irme a la cama. He descubierto los programas más cañeros en la televisión y los cuelgues más gordos en internet. Puedo quedarme tranquilamente escribiendo, viendo debates culturales en la tele -la cultura es por supuesto para los noctámbulos- o simplemente pensando, hasta bien entrada la madrugada. Y aún así cuando despierto, para horror de mi pareja, dormida al lado, lo hago completamente despejada, lista para dar una conferencia si hace falta o discutir con la encargada del super si se tercia. Lo que sea: puedo cantar, bailar, contar con detalle y en voz alta mi último sueño, sin problema. Como si no me hubiera acostado.
No tengo ni idea de dónde se ha ido mi necesidad de dormir, si se lo pregunto a mis neuronas se hacen las suecas. Tal vez debería preocuparme, pero siendo realistas, la verdad es que no le veo más que ventajas. 

martes, 3 de febrero de 2009

Mal humor

Poderoso y destructivo. Siento tener que tratar hoy con quien sea. Hay días que es mejor quedarse todo el rato sola.

lunes, 2 de febrero de 2009

Pilates

Me he apuntado en el polideportivo de mi barrio a Pilates. Es por la mañana, en concreto es en medio de la mañana y yo normalmente a esas horas me tomaba un café+tostada con mis compañeros. De hecho, cuando vi que el grupo era a esa hora no pude evitar pensar, como siempre solía hacer, "un grupo para marujas". Y bien. Yo soy una de ellas ahora, bueno, qué va, las marujas curran, curran en su casa mucho, y yo estoy parada. Porque no valgo ni para maruja: me quedo en casa, las camas sin hacer, la cocina sin recoger y me entra una desidia total. Cuanto menos hago, menos quiero hacer.
Así que he decidido reactivarme, porque esto va a ser cuestión de energía vital. Yo, que siempre he sido deportista, estoy ahora oxidada, tengo incluso las neuronas oxidadas y el ánimo oxidado. Me hago miembro pleno de un grupo que va a obtener beneficios de una clase así, suave, tranquila, hola, cuál es tu nombre, bienvenida, coge una colchoneta, cada una llegue hasta donde pueda. Rodeada de mujeres más oxidadas, o más lesionadas que yo. Ellas andan lesionadas con las lumbares, las cervicales. Yo tengo el ánimo lesionado. Estiramientos musculares o mentales, todo va a ser lo mismo, ahí está, tensa, resiste, respira y aguanta. La costumbre hará que se fortalezcan las zonas afectadas.