martes, 31 de marzo de 2009

Esos joviales amigos

Hace unos años, incluso hace casi dos décadas, cuando internet no era ni mucho menos tan accesible como lo es ahora, decidí adquirir una enciclopedia. Tanto a mi familia como a mí nos fue útil una temporada, todo hay que decirlo, y por supuesto nos solucionó dudas e incluso hizo ganar alguna apuesta. La compré a plazos, que es una práctica que sospecho antes estaba más extendida y que seguro lo volverá a estar. Así que más o menos cada medio año, al renovar los recibos, era visitada por los alegres vendedores de la editorial que me ofrecían apéndices y más apéndices, que pronto pasaron a ser otras enciclopedias, colecciones, dvds multimedia, disneys variados, érase una vez todo, etc. Yo cometí el error de principiante de dejarles visitar mi casa (ojo, mi antigua casa) y hacerme con un par de apéndices, hasta que internet se abrió camino arrasando. Desde entonces, los agentes comerciales no han dejado de llamarme como amigos de toda la vida que quieren ser, de aquellos cuya llamada nos alegra el día, siempre para ofrecerme más y mejores ofertas informativas. Su tono es invariablemente el de "¡Hombreeee! ¡Qué alegría encontrarte en casa!", como ese colega que se fue a vivir a Bruselas y de repente se casa y quiere invitarte a la boda. Tras preguntar cómo te va la vida etc., te comunican que se van a pasar por tu casa (no importa las veces que hayas cambiado de domicilio, ellos lo conocen), que les pilla de camino, para enseñarte una cosita nueva que tienen en interesantísima promoción. Como no andes espabilado, se te plantan con portatil y dvd a la hora de comer, o a cualquier otra inoportuna, pues sé de buena tinta que ellos marcan esas horas-pico en sus agendas particulares como especialmente bajas en la capacidad de reacción de los (ex)clientes. Para ellos, si tú compraste una vez, tú eres del clan comprador, de la gran familia consumidora de *sus* productos multimedia, productos fácilmente adquiribles en cualquier gran superficie de todos modos y por supuesto, ahora más desfasados que nunca gracias a la red. Da igual. No aceptarán nunca este desfase y mucho menos dejarán así como así que un miembro de la familia les traicione.
Ya lo siento, pero tengo a estas alturas una cierta capacidad de lidiar con agentes telefónicos y vendedores domiciliares indeseados, así que bueno, aquí les dejo simplemente el diálogo que hemos mantenido esta vez el vendedor de Planeta y yo.

- ¿Puedo hablar con doña (yo con mis nombres y apellidos completos)?
- Sí, soy yo misma.
- ¡Buenas tardes, (yo con mi nombre más habitual y sin apellidos y sin doña ya)!
- Buenas tardes.
- Soy Alejandro Cueto (muy jovial él)
- Ajá.
- ¿Y no sabes quién soy?
- Pues... así de repente...
- ¿No te dice nada mi nombre? 
- Pues... (yo ya buscando amigos en el extranjero, viejos compañeros de universidad, ¿¿ofertas de trabajo??)
- Soy de una editorial... 
Que yo sepa, hace tiempo pedí trabajo en una editorial, fue hace mucho pero aún así se me pone un tono cordial y amable e incluso sonriente.
- Ah, dígame, sí.
- Soy de la editorial Planeta.
Puff. Ya me lo estoy oliendo.
- Ahh, de acuerdo.
- ¿No me recuerdas aún?
Iba a decirle: Hostia, sí, el vendedor más plasta de Madrid. En lugar de eso respondo
- Vagamente, sí...
- Pues verás, te vendimos un producto, una enciclopedia, hace tiempo, ¿la Larousse, era? (como si no lo tuviera ahí delante marcado en rojo)
- Sí, hace muucho.
- Ah, ¿y no adquiriste nada más? (sus clientes nunca compran. Adquieren, que es más fino)
- Pues no, nunca más, nada.
- Verás, yo te iba a comentar si me pasaba un momento por tu casa para enseñarte un producto nuevo que tenemos en promoción..
- ¿Y viene con regalo?
- Sí, viene con un regalo que consiste en...
- (Le corto) ¿Y no te parece poco serio que para poder vender algo tengáis que regalar otra cosa?
- Mujer, no es eso. Esto es una promoción interesantísima. Te la enseño y...
- No, gracias, no insistas. No te voy a comprar nada, de verdad.
- ¡Pero no la compres! Yo solo quiero enseñártela y hacerte un regalo.
Su madre, el tío. Aquí por fuerza tiene que hacerse clientela entre la gente ociosa. Pero ha dado en hueso.
- Verás, ¿Alejandro Cueto eras?
- Alejandro para ti, sí.
- Verás, Alejandro, es que yo no me fío de cualquier cosa que para venderse tenga que venir con otra de regalo. Eso, una.
- ¡Si el regalo te va a encantarrr! ¡Y a tus hijos!
Eso es otra característica de ellos. Te tienen investigada a la familia. Me pregunto si me van a sacar pronto productos específicos para preadolescentes.
- Y dos: hace más de quince años que no os compro nada, ni lo voy a volver a hacer, y lo sabéis. ¿Por qué insistes, Alejandro Cueto?
- Mujerrr... si es solo solo que te lo enseñe. ¿Es que no quieres ni saber de qué se trata? (Se masca el reproche, casi huelo el puchero)
- Pues mira, no, de verdad. 
- ¡No me digas que eres una persona poco informada y que no controla las últimas tecnologías en educación y formación! Verás, esto es...
Ahí me he hartado, quiero colgarle, pero mi educación de cole de monjas me traiciona. 
- No insistas más, no voy a comprar nada de nada, créeme. (Sueno convincente e inamovible)
- ¿Segurísima?
- Tan segura como de que se me está quemando el arroz. (¡¡Errorrrr!!)
- Bueno, mujer, si es por eso paso más tarde.
- No.
- ¿Ni enseñártelo?
Joder con los vendedores de Planeta. No me extraña que el premio literario mejor dotado de este país lo entreguen ellos.
- Adiosmuchasgraciasbuenastardes.
- Adioosss...

Ya digo, el mismito tono que ponen los amigos cuando se despiden de esa conversación larga que ni tú ni ellos queréis que acabe. 


lunes, 30 de marzo de 2009

Objetivamente cojonuda

Vale. Es así, no admito discusión. Igual que hay nombres objetivamente feos (Beñat) o ciudades objetivamente grises (Málaga), yo soy objetivamente cojonuda.
Y llevo mal confrontarme con mi cojonudez y comprobar que este mundo es básicamente subjetivo.


P.S.: Entrada Prozac para darme un poco de ánimo. Acabo de decidirme a preparar unas oposiciones.

sábado, 21 de marzo de 2009

Ni lo sueñes Producciones

Antes tenía otro blog. Comenzó en 2005 y expiró, él solito, en 2008. Se curró una entrada-resumen-del-año, aceptando un reto internetero de esos que ilusionan vagamente con que somos capaces de gustar y obtener plácemes de otros, un miniconcurso de aquellos, toma este tema, dame un post con estas condiciones, y esperó veredicto. Obviamente bastante mediocre. Digo que todo esto lo gestó mi propio blog, porque se sabía viejo y pasado en temas y nostalgias.

Como aún tenemos sueños, sin embargo, hemos lanzado a existir una productora entre tres ilusionados proyectantes, y un poco por azar del destino también se llama Ni lo sueñes. Con lo cual mi antiguo blog tiene menos sentido que nunca, de ahí que tampoco se deje actualizar. No lo cierro: quedan ahí mis relatos para quien quiera pasearse por ellos, bajo la etiqueta del mismo nombre.

martes, 17 de marzo de 2009

La primavera este año ha caído en martes

Fiel a mi filosofía de mantenerme activa también físicamente y como ayer me salté pilates (juro que fue fuerza mayor burocrática), hoy he decidido salir a machacarme un poco y dar una alegría a mi bici, que hibernaba en el trastero. Es lo que tiene haber sido educada en un colegio de monjas, la tendencia a la culpabilidad opera divinamente.
Dado lo inapropiado de dejarse ver con unas mallas de ciclista, una camiseta de verano y una bici embarrada a las nueve y media de la mañana de un martes, cuando la gente ha terminado ya de abrir el ojo y puede que hasta hayan empezado a ser útiles a la sociedad, he procurado salir todo lo sigilosa y rápidamente posible del garage, pedalear la cuesta igualmente rápido, llegar al circuito como haciéndome la tonta. Al menos puedo presumir de tener fondo para todo eso. Fondo y ganas de sudar, percatándome de que tal vez he sido demasiado optimista al no coger manga larga. Todos mis compañeros de circuito urbano han sido más prudentes. Ya más a gusto entre mis semejantes, relajo el ritmo y decido que es un buen día de primavera para observar y hacer propósitos. Hay quien decide en la ducha, hay quien decide sentado en el váter; yo decido montada en bici, igual que se me ocurren las mejores metáforas en bici y me dan ganas de patentar una grabadora de voz a golpe de rodilla y pedal para mentes caóticas como la mía.

Los que hacemos deporte o simplemente sudamos por las mañanas y entre semana, básicamente pertenecemos a cuatro grupos (sí, según pedaleo también taxonomizo, creo que esa tendencia se la debo en parte a gúguel): estudiantes, desempleados, jubilados y madres. Es de observar que en días laborables la gente pierde su esencia cronológica y muta la habitual clasificación por edades a una más eficiente basada en la ocupación social. Así, los jóvenes que uno encuentra por la calle a esas horas se convierten en estudiantes, los mayores pasan a ser jubilados, y los adultos pueden pertenecer a dos sectores, trabajadores o desempleados. Es difícil, casi imposible, encontrarse en un circuito urbano un martes de diario a un trabajador, de no ser que ocurra alrededor de las once y pertenezca a la élite de los profesores universitarios con descanso inter clases. Uno puede jurar que un adulto entre los 30 y 40 años, con ropa de jooging, generalmente acompañado de otro adulto de edad y atuendo similar, que charla mientras corre y casi siempre se ríe o bien despotrica, es un trabajador público o bien un investigador de la universidad cercana. Por el contrario, un adulto de la misma edad y canosidad, que corre solo, no se ríe y mira bastante al resto de los circuiteros, con actitud más ocupativa que deportiva, es un desempleado, si bien no llega a ser un parado, ya que estos últimos se quedan en casa.
El grupo más numeroso lo forman, como también ocurre en los supermercados y autobuses, los jubilados, estatus social que según nuestra edad y/o vitalidad todos tememos o ansiamos.  Es un grupo social compacto e independiente. Pueden ir o no acompañados de perro, a veces de cónyuge, en ocasiones de nietos, si bien esta variedad en un circuito es más común el fin de semana. Según va subiendo el sol, arrecian otros grupos menos madrugadores, como los estudiantes deportistas y las madres (algún padre) recientes. Unos y otros son subgrupos de los otros grandes conjuntos sin adjetivos, estudiantes y progenitores, recíprocamente necesitados entre sí, y que jamás coinciden juntos en un circuito urbano si son miembros de la misma familia.

Cuando devuelvo la bici al trastero tengo ganadas para mí dos sensaciones. Una obvia: el desgaste físico es esencial para mantener la mente despierta y el ánimo encendido. Otra extraña: los autónomos carecemos de autoridad moral para ubicarnos en cualquier grupo social respetable. Más aún si debido a la crisis disponemos de abundante tiempo que dedicar a actividades menos lucrativas.


lunes, 9 de marzo de 2009

Entiende o pregunta

Hay muchos anuncios que mi hija de ocho años no entiende, afortunadamente. Suelen coincidir con anuncios sociales o institucionales. Por ejemplo, aquel anuncio trastornante en el que aparecía un niño con cara terrible de angustia y se leía "Mamá, hazlo por nosotros, actúa". Posiblemente, los niños que viven situaciones de violencia en casa lo entienden a la primera, la imagen es visualmente indudable. Mi hijo mayor, siempre dispuesto a dar explicaciones, aún así se quedaba callado aguardando mi explicación: quería saber concretamente en qué consistía el verbo "actuar" en este enunciado, el significado más reconocible de esta palabra no le concordaba demasiado con la cara desesperada del niño. 
En las marquesinas de los autobuses aparece últimamente otro que también les causa todo tipo de preguntas (como la mayoría, mis niños son ante todo curiosos y quieren entender): aquel en el que aparece la palabra COCAÍNA, con letras de disco de los setenta, con lucecitas y brillos, con un bocadillo tipo cómic, resaltado, en el que se lee "participa en un accidente de coche cada día". Ay, la ironía. No sé, de verdad. Guille, 11 años:
- Mamá.
- Qué.
- Por qué anuncian la cocaína, si la cocaína es una droga.
Me dan ganas de contestarle:
- Hijo, por suerte no eres target de este anuncio.
En vez de eso le digo:
- Guille, es para que la gente reflexione sobre las fiestas y la cocaína.
Y entonces la lío.
Las campañas contra las drogas son siempre de lo mejor y menos entendible.

Los creativos que trabajan para los ministerios e instituciones son especialmente creativos. Adoran la metáfora, las referencias cruzadas y los dobles sentidos. Aunque en ocasiones son directos y contundentes, como en las campañas de tráfico, en general buscan palabras que combinen bien, que tengan su gracieta o su drama según vayan dirigidas a la prevención o a la denuncia. El plan de salud bucodental del Ministerio de Sanidad reza "Que molen tus muelas". (Esta campaña sí quiere llegar a los niños, obviamente; no hay preguntas). Otros programas institucionales, sin embargo, plantean cuestiones que posiblemente rebotan a los ciudadanos en su capacidad de interés más superficial y no pasan de ahí: son ese tipo de proclamas molestas, como las que resaltan las desigualdades sociales en general. Son también aquellas que yo deseo que mis hijos no acaben de entender nunca. En este caso, mi hija.
La Comisión Europea ha lanzado una campaña que pretende dar a conocer la diferencia de salario que persiste entre hombres y mujeres con respecto a un trabajo similar. Equidad en la remuneración, una cuestión que parece irónicamente tan obvia. Su eslógan, "a igual trabajo, igual valor", aparece en la trasera de los autobuses de la EMT que van detieniendo el tráfico a la vuelta del cole. Ya digo que las grandes preguntas de mis hijos casi siempre me pillan conduciendo.
(Ali, 8)
- Mamá, ¿qué es "valor"?
- Aquí quiere decir el valor del trabajo, lo que vale (reconozco que en medio de un atasco no me explico muy bien).
- ¿Lo que vale? ¿Como un precio?
- Sí, eso. Lo que te pagan por tu trabajo, sí.
- Ah. 
(Interviene Guille)
- El valor del trabajo es lo que cobras, el sueldo, ¿a que sí?
(Sigo yo, despistada)
- Sí, el sueldo es el valor.
(Ali se extraña)
- ¿Y no vale lo mismo si lo hace una chica o un señor?
(Yo sonrío a mi pesar)
- Ehhh... No, no siempre vale lo mismo. Es decir, que sí vale lo mismo. Pero que no siempre te pagan lo mismo.
- ¿Y qué anuncia entonces?
No tiene ni pies ni cabeza para mi hija. Cuanto más trataba de explicarle el objetivo de la campaña, más tontería de anuncio lo veía. Yo espero que para cuando ella sea target de anuncios así, el eslógan efectivamente deje de tener sentido.