sábado, 27 de junio de 2009

Oficios de escritor

Bueno. Pues publicado está... Este es el título del relato que fue seleccionado entre unos cuantos muchos otros para el libro "Asentamientos", de talleres literarios Fuentetaja. Así que con ese resto de orgullo que me dura de la presentación de ayer en el Istituto Europeo di Design, os lo brindo.
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Envejecí toda una década aquel verano. Me di cuenta de repente, el primer día que me incorporé a mi jornada laboral aún con horario intensivo.

No tome Astenidol compuesto comprimidos recubiertos si usted sufre, o ha sufrido sin remedio alguno de los siguientes trastornos: úlcera de estómago, colitis ulcerosa, edemas, hipertensión arterial, enfermedad cardíaca, agotamiento físico profundo, insoslayable.

Cuando regresé a casa, me costó más de lo habitual subir las escaleras del metro, lo que en principio achaqué al madrugón. Llegando a mi portal habían cortado el paso unos trabajadores subterráneos que instalaban cualquier servicio por hilos prescindible y sentí una punzada de irritación al tener que cambiar de acera. Tampoco le di demasiada importancia, sin duda influía el hecho de que no había comido y era bastante tarde.

Conducción y uso de máquinas: si experimenta mareo, desvanecimiento, vértigo, alteraciones de la visión u otros síntomas colinérgicos mientras toma este medicamento, prescinda de conducir o utilizar maquinaria peligrosa (antes de que sea demasiado tarde).

Mi buzón lo encontré lleno de propaganda económica y decidí tirarla sin más a la papelera cercana, sin darle oportunidad, como hacía otras veces, de estudiar por lo menos el lenguaje apabullante que usan estos redactores perfectamente entrenados en técnicas de captación de clientes. Siempre encuentro fascinante la manipulación de los contenidos, el enredo del lector y la expresión vacía dedicada tan solo al adorno expresivo.

Interacciones con otros medicamentos: puede producir efectos indeseados cuando se combina con determinados antiinflamatorios no esteroideos (AINE), refamina, ticlopidina u otros antiagregantes, pentoxinilina, flucomiazol, probenemid, diuréticos, litol u otros o antidepresivos similares.

Entraba, como digo, más cansado o tal vez más abatido de lo normal al office de mi modesta casa. He sido siempre una persona pulcra y adquirí una vivienda con office, que me permite dejar los zapatos en la entrada según llego.

Cómo tomar astenidol compuesto comprimidos recubiertos: su médico le indicará la duración del tratamiento. No suspenda el mismo a menos que se le indique ordene. Tampoco emplee astenidol compuesto comprimidos recubiertos durante más tiempo del indicado soportable preciso. Se trata de comprimidos para la administración por vía oral. Debe tragar el comprimido entero con ayuda de un poco de agua. Si tiene el estómago sensible, tome el medicamento con las comidas y cuídese por favor.

Comí casi cualquier cosa, restos más que nada que habitaban mi nevera, y me conformé con una cerveza del tiempo olvidada en la despensa, a la que añadí gaseosa para hacerla más apetecible. Tras escuchar el fin del telediario y la previsión del tiempo mientras malcomía, noté que me invadía una absoluta necesidad de dormir la siesta, eventualidad que no me suelo permitir, pues he leído en las últimas revistas divulgativas más profesionales que es nefasto para la creatividad. A pesar de todo, me tiré vestido en la cama, sin tan siquiera haberme ocupado de meter los platos en el lavavajillas ni dejar fuera del congelador la cena. Me dije a mí mismo que serían diez minutillos, sin sospechar que esa urgencia de mi cuerpo no era más que los primeros síntomas de la adaptación completa a mi nueva edad.

Posibles efectos adversos: como todos los medicamentos, astenidol compuesto comprimidos recubiertos puede tener efectos adversos indeseados. Las reacciones más comúnmente observadas incluyen: cansancio, temblor, nerviosismo, sudoración, mareo y somnolencia. Reacciones menos frecuentes pero no por ello de menos consideración incluyen: cefalea, sequedad de boca, debilidad muscular, ataxia, asfixia, apoxia, ecsgoxia.

Dormí cinco horas completas. Desperté empezando a anochecer. Antes de incorporarme del todo, repasé rutinariamente, como suelo, la lista de tareas del día. También visualicé mentalmente la ropa que me pondría, pues me produce un poderoso malhumor tener que decidirlo delante del armario abierto de par en par, ojeroso, con las neuronas perezosas y sin capacidad de decisión alguna. En este punto reparé en la oscuridad que me rodeaba. Con extrañeza volví a considerar todas aquellas tareas, tareas de primera hora de la mañana. Y, horror, con gran desasosiego advertí que el reloj marcaba una hora acentuadamente vespertina. Me levanté de golpe, pero el vértigo me azotó en la cara. De nuevo tumbado, consideré mis mejores opciones: había perdido toda una tarde. Había perdido toda una tarde de trabajo. Había perdido toda una tarde de mi vida. Y el caso es que comenzaba a experimentar una extraña indolencia.

En ese preciso momento sonó el teléfono. Era Caparrós.

- ¿Roberto? ¿Te encuentras bien?
- Sí, sí –me aclaré la garganta-. Dime.
- No me has llamado. Tienes el dossier en tu correo. Y por favor, revisa tu trabajo antes de enviármelo.
- Lo hago.
- Bueno, pues vuélvelo a hacer. Los de Rowel se han quejado otra vez. Atente a su terminología.

Mmsf. En Harding Pharma son más respetuosos con el trabajo ajeno. Tendría que mirar lo de Rowel. Incapaz de levantarme, intenté acordarme mentalmente de las palabras que les habrían molestado. Mi instinto me había hecho evitar porfiria intermitente, aunque sonaba estupendo, pero consideré que sarpullido ectoplástico le iba perfecto. Incitaría más a respetar las dosis y las horas. Creo que me había quedado muy educativo, estaba adecuadamente mencionada cada interacción y cada indicación. Los enfermos solo quieren saber que el medicamento les curará, cómo y en qué medida. Hay que hacerlo atractivo y confiable, cercano. Además tienen que aprender a respetarlo y si es posible, tienen que aprender a recomendarlo. En todo caso, los revisores de estilo de Rowel no entienden estas cosas, se dejan comas y puntos y en su lugar tachan adjetivos. Semejantes indoctos.

Haciendo un esfuerzo supremo, me dirigí al baño, sentía urgencia por orinar.

Uso en ancianos: las personas de edad avanzada no deben tomar Astenidol compuesto comprimidos recubiertos sin consultar a su médico de confianza, ya que son más propensos a padecer efectos adversos indeseables.

Me miré al espejo: tenía un aspecto desdibujado y extraño. No me recordaba tantas canas en la sien, ni tantas arrugas de esas que los prospectos de cosméticos suelen llamar líneas de expresión. Es verdad que soy austero y no suelo contemplar mi imagen reflejada, salvo para las lógicas tareas de afeitado. Esta vez me alarmé ligeramente, considerando que acabo de cumplir treinta y cuatro y ni siquiera fumo. Hice un esfuerzo de todas maneras e inicié los ejercicios de estiramiento que suelo practicar por las mañanas: en vano, pues las punzadas de dolor en varios de mis músculos me hicieron desistir.

Reflexioné, recapitulando. Tenía considerable trabajo atrasado, además de una revisión estratégica pendiente y un par de correos de la lista de antropología que responder. Mi mente sí parecía, al contrario que mi cuerpo, estar todo lo lúcida que correspondía. Con un poco de esfuerzo, conseguí higienizarme medianamente y también vestirme. Llegué a la cocina más bien sin aliento, pues la prisa del tiempo perdido me llevó a apresurarme a la cafetera. Al lado de la encimera lo vi. No me lo pensé, lo he hecho otras veces para inspirarme. Todo el mundo sabe que un solo comprimido de cualquier medicamento no es dosis suficiente para efecto de ningún tipo. Un comprimido recubierto de Astenidol compuesto con un café bien cargado, sentado en el sofá.

A los quince minutos me sentí estupendamente rejuvenecido. Tendré que añadir esta característica en el prospecto, junto a su rápido efecto. Tal vez amplíe la sección de Farmacocinética.


viernes, 19 de junio de 2009

Sosiego por ejemplo


Las dosis de coca-cola que últimamente me trajino no logran librarme de esta extraña indolencia que me invade desde aproximadamente el día de mi cumpleaños. No, huyo de simbolismos; no tiene que ver con el cumplir años. Prefiero pensar que una cierta paz se está asentando en mí, ese desasosiego por buscar culpas o comprender actitudes desaparece lentamente. Asumo que es una etapa nueva y más relajada espero, pero echo de menos a pesar de todo mi energía y entusiasmo, a veces muy pasado de rosca, pero entusiasmo al cabo. La pereza me acecha también: a veces dejo pasar las horas sin producir en cualquier sentido, léase estudiar, escribir o hacer la compra, nevera vacía como jamás ella misma puede creerse. Mis maratones en bici al lado del Manzanares por el anillo verde o los largos en la piscina son tan esporádicos como temidos y de hecho cuando me decido a recuperar el tiempo perdido, le echo un pelín más de intensidad de la necesaria: doctor, no medí mis fuerzas, lo sé, no me sermonee.
La constancia nunca ha sido mi fuerte. El calor y que Pedro me regalara las tres primeras temporadas de Six feet under bueno, supongo que también tienen un poco que ver en todo esto.






lunes, 1 de junio de 2009

Feria del Libro y petición

Para mí, la transición mayo-junio siempre ha traído, por este orden, estrés y alegrías. Aparte de fechas tradicionales de exámenes, siempre ha sido una época donde se juntan celebraciones y fines de curso, fechas típicas también de congresos, fechas que llaman a entregas, a resúmenes e informes. Con la llegada de la Feria del libro a Madrid todo se detenía por espacio de un par de tardes, tardes en las que me permitía una licencia en el torbellino de los días y faenas, cayera quien cayera.  Recorrer casetas, a ser posible evitando los fines de semana, preguntando por ese libro o ese autor al que estás siguiendo la pista o del que ya eres incondicional; rastrear una obra saltando las casetas más pobladas o solo husmear, incluyendo con morbosa curiosidad aquellas, cada vez más proliferantes, que venden sin complejos títulos con tufo ultraderechista o enteramente nazi; las decenas de casetas con obras deliciosas para niños,  donde tiendo a caer seducida por los míos (o quizá por mí misma); la caseta que se empeña todavía en vender enciclopedias como si internet fuera cosa de una minoría; por supuesto las dedicadas al cómic, que cada vez más procuran traer a los casi siempre tímidos autores; en fin: llueva o el calor sea mareante, la feria más querida.

Ahora que trabajo por y para mí y se me juntan los tiempos dedicados al estudio con el resto de los compromisos, tengo que reconocer que me ha pillado por sorpresa. Es un síntoma: no haber estado pendiente de que empezaban esas dos semanas donde solía permitirme un paréntesis de todo, precisamente porque la acumulación de tareas en este caso es autoimpuesta y me genera una suerte de mala conciencia salvar toda una tarde para ejercer de librófila en el Retiro.

A pesar de todo, lo voy a hacer y creo que dedicaré precisamente el día de mi cumpleaños. Así que desde aquí os pido RECOMENDACIONES, novelas y libros de relatos que me he estado perdiendo y no puedo dejar pasar. A los que ejercéis y publicáis, el número de caseta donde encontraros, en persona o en 0bra (va por ti, Náugrafo). Animadme a leer lo último de Nick Hornby o de Andrés Neuman o hacedme desistir si es el caso. Yo por mi parte y dado que estoy vergonzosamente poco lectora últimamente, os recomiendo una novela-cómic: Prototipo, de Ralf König. Aguda e irónica versión del Génesis, impagable.